Reseñas

 

Nicolás Magaril y Sergio Sánchez, 2011. Borges lector de Whitman y Nietzche

 

Sebastián P. Bisang

 

Córdoba: Del Copista, 128pp.

 

Universidad Católica de Santa Fe, Argentina. sebastianbisang@gmail.com

 

La lenta flecha de la belleza1

Que otros se jacten de las páginas que han escrito;
a mí me enorgullecen las que he leído.

Jorge Luís Borges

 

Entre las cuestiones actuales que se debaten en los diversos campos del pensamiento como la filosofía, la literatura e incluso las ciencias sociales, el problema de la lectura o del proceso de lectura ha ocupado un lugar de privilegio. El interrogante sobre los diversos modos de acceder a la obra de un autor, así como las actividades o las prácticas que subyacen -o mejor aún, que constituyen-, a las diferentes experiencias lectoras, han sido merecedoras de la atención de numerosos pensadores pertenecientes a espacios muy variados.

Si bien es cierto que la cuestión es harto compleja, y mucho se ha escrito sobre ella, quizá podrían distinguirse a este respecto dos figuras o tipologías de lectores: un lector pasivo, que satisfecho con aquel sentido literal del texto que logra capturar tras una primera lectura, se comporta como un comentador que lee e inmediatamente habla sobre ello, y otra clase de lector con una dinámica completamente diferente, el lector activo, que no se limita a la literalidad, sino que va más allá de los aspectos exclusivamente textuales en su respeto por el esfuerzo de pensar que el trabajo de todo autor implica.

El primer tipo constituye un modelo de lector siempre amenazado por el peligro de caer en el tan temible fetichismo que, si bien puede mantener una apariencia transitoria de rigurosidad académica -soportada por una fidelidad superficial con la letra-, traiciona a fin de cuentas el espíritu de la obra. Mientras que el segundo, por el contrario, conoce muy bien que la comprensión de una obra debe situarse en su campo de producción y en relación con el espacio de recepción, o como Pierre Bourdieu afirma, "la relación entre las posiciones del autor y del lector en sus campos respectivos" (Bourdieu, 2014: p. 15).

Desplazar la atención a estas cuestiones es colocar la mirada sobre una numerosa cantidad de factores que una lectura cuidadosa debe advertir de no dejar de lado. En este sentido, los textos "integran redes de problemas que hay que reconstituir si no nos queremos contentar con reproducir y comentar la palabra de los maestros" (Bourdieu, 2014: p. 16). Estas reconstituciones no pueden desconocer que toda producción se gesta siempre en el marco de un grupo de personas inmersas en determinadas condiciones sociales y académicas, dentro de las cuales el autor al tiempo que toma elementos y se apropia de conocimientos, realiza sus propios aportes y contribuciones. Las reconstrucciones de los problemas también implican reconocer el modo como el autor ha sido recibido, es decir, las formas como es leído dentro de la comunidad científica, los efectos que ha producido en la esfera de los profanos o los no-especialistas, la diferencia en el modo como es recibido en el ámbito nacional y en el extranjero, la manera en que circulan los escritos del pensador, el encuadramiento y la enseñanza que las lecturas escolares han propiciado, como también las fuerzas de resistencia o de "no-recepción" que su obra plantea. Probablemente todas estas consideraciones bien podrían constituir una "filosofía de la lectura", un conjunto de condiciones de posibilidad de una lectura activa y práctica alejada de todo encandilamiento fanatizado con la imagen mítica de un autor.

En Borges lector de Whitman y Nietzsche se asiste a un ejercicio magistral de este tipo de lectura. Nicolás Magaril y Sergio Sánchez articulan un delicado juego de espejos frente a los ojos del lector, quien se enfrenta a la tarea de develar no sólo el modo como Borges lee al poeta norteamericano y al pensador alemán, sino de advertir que otras lecturas se esconden detrás de esta primera mostración. Bien podría adelantarse en este sentido, tal vez, a un "Magaril y Sánchez lector de Borges" como así también a un Borges lector de sí mismo, a un "Borges lector de Borges".2 Para ello se deberá avanzar a lo largo de un libro prolijamente organizado en dos grandes partes: una dedicada a la recepción de Walt Whitman y la otra destinada a la valoración crítica que de Frederich Nietzsche el escritor argentino realiza.

En la primera de ellas, Magaril extiende su estudio desde el primer encuentro de Borges con los poemas de Whitman en el año 1916 en la ciudad de Ginebra hasta la elaboración del "Prólogo" a su selección y traducción de Leaves of Grass datado en el año 1969. Se da inicio así a un amplio recorrido histórico que comienza con las más tempranas impresiones de deslumbramiento y admiración por quien Borges afirmara "que no sólo era un poeta, sino el único poeta" (p. 14), y continuará desde la década de los años veinte, una vez ya finalizada esta etapa de fervor juvenil, con una intensa crítica antiwhitmaniana que se irá relativizando progresivamente con el paso de los años.

La recepción borgeana de Whitman es transitada por Magaril a lo largo de seis capítulos que permiten un desarrollo ordenado y sin saltos argumentativos de la exposición, acorde con los diferentes momentos y etapas en los que el maestro se expresa. En cada uno de ellos, la opinión del literato argentino y la influencia del poeta norteamericano sobre su obra, son acompañadas por una muy detallada y cuidada reconstrucción del contexto en el cual toman forma. Apoyado en una extensa bibliografía, Magaril reconstituye las condiciones de ese primer encuentro de Borges con Whitman, las lecturas y el entorno que lo condujeron a él, las discusiones que mantiene con otras corrientes literarias, el marco social y político en el que escribe,3 así como el material bibliográfico disponible y al que el maestro tuvo efectivo acceso.4

En la segunda parte, Sánchez advierte desde un primer momento sobre sus intenciones. No se ocupará de los textos borgeanos, ensayísticos o narrativos, que desarrollen las temáticas filosóficas que fueron de su interés y con los cuales pudiera haber discrepado o coincidido con el pensador alemán. En su lugar, se avocará al tratamiento del "carácter, valor e influjo de las obras de Nietzsche ponderados desde la plena conciencia del contexto en que son leídas y apreciadas cuando Borges se ocupa de ellas" (p. 69). De esta forma, se obtiene con precisión el marco histórico, literario y filosófico de recepción dentro del cual el tratamiento del autor de Así habló Zaratustra es ubicado por el literato argentino.

Con este propósito, Sánchez selecciona cuatro textos de Borges compuestos entre los años 1936 y 1946, período que comprende dos grandes eventos de la historia mundial y que resultan imprescindibles tener en cuenta a fin de una correcta reconstrucción de su espacio de producción: la Segunda Guerra Mundial y el Nazismo. En los primeros tres textos, La doctrina de los ciclos (1936), Algunos pareceres de Nietzsche (1940) y El propósito de Zaratustra (1944), la valoración de Borges oscila entre la admiración por aquel que había producido obras que "eran fruto de una "vertiginosa riqueza mental", capaces de acoger la mayor "lucidez en el corazón mismo de las polémicas" y "cierta delicadeza de la invectiva, que nuestra época parece haber olvidado" (p. 115), y el rechazo ante "la forma simplificadora y enfática del Zaratustra" (p. 91), "un libro más pobre" que su autor" (p.116) y responsable en buena parte de las interpretaciones que asociaban su pensamiento con el nacionalsocialismo.

Esta primera aproximación permite a Sánchez mostrar a un Borges consciente de aquella identificación errónea, pero sin lugar a dudas intencionada, con el Nazismo. En este sentido, se observa en el texto el modo en que el literato argentino recurre al uso de los textos póstumos y a la transcripción directa de fragmentos de la obra del filósofo alemán, a fin de revelar un Nietzsche distinto, probablemente casi desconocido, a aquella imagen deformada que el "Nietzsche mítico" constituía y que el Zaratustra había ayudado a construir. Probablemente éste resulte ser uno de los méritos mejor logrados de Borges lector de Whitman y Nietzsche: la posibilidad de dar acceso directo y de forma clara a la clase de lector minucioso e incansable que Borges encarnaba. Acceso, cabe no olvidarlo, sólo posible gracias a otra lectura, también minuciosa e incansable, de los textos del escritor argentino.

Por último, Sánchez aborda el cuarto texto de su selección, Deutsches Requiem de 1946, en un amplio apartado donde se realiza un análisis profundo y detallado del personaje protagónico del relato, Otto Dietrich zur Linde. Zur Linde, modelo de lo que Borges denominaba el "nazi ideal" -estrategia literaria varias veces mal comprendida y que dio lugar a numerosas confusiones sobre la adhesión del literato con el nazismo-, constituye un ejemplo patente de ese vasto grupo de malos lectores de Nietzsche que abundaban hacia inicios del siglo XX. Preso de su ideología y enceguecido por el mito del filósofo alemán, zur Linde no ha sido capaz de alejarse de aquella versión simplificada y distorsionada producto de una lectura superficial, literal y parcial. Lectura tan en auge entre sus contemporáneos, y responsable de anular toda posibilidad de apreciar la verdadera dimensión y complejidad de las obras del filósofo alemán.

Respaldados por un uso constante de las fuentes directas y de material bibliográfico especializado junto a una prosa clara, fluida y sin desperdicios, Nicolás Magaril y Sergio Sánchez superan con éxito el desafío de articular un texto riguroso y preciso que, no obstante ocuparse de dos autores provenientes de espacios distintos como lo son Walt Whitman y Frederich Nietzsche, no pierde nunca su unidad gracias a ese hilo conductor siempre presente que es Borges, unidad que puede ser reconstruida desde el texto a partir de cuatro aspectos implícitos en ambos abordajes y que trazan un mismo eje de lectura/estilo: 1) el análisis y crítica de distintos modelos de malos lectores -las corrientes literarias extranjeras whitmanianas o el apropiamiento del nacionalsocialismo de Nietzsche; 2) la construcción de la imagen mítica de los autores -el "Whitman héroe semi-divino" de Leaves of Grass o el Nietzsche ideológico del Zaratustra; 3) la decepción con el autor leído -el contraste entre Whitman como personaje poético y el Whitman histórico o el descontento con el estilo enfático del Zaratustra y 4) la valoración contextual de la obra y su influjo en la esfera social y política.

 

Referencias bibliográficas

Bourdieu, Pierre. 2014. Capital cultural, escuela y espacio social. Buenos Aires: Siglo XXI. Traducción de Isabel Jiménez.

 

Notas

1 Este trabajo fue realizado en el marco del Proyecto de Investigación: "Lo universal y lo particular. En torno a la significación de dos categorías ontológicas para la interpretación política'; de la Secretaría de Ciencias y Técnica de la Universidad Católica de Santa Fe, Argentina.

2 Véase en relación a este punto, por ejemplo, las referencias hechas en el texto a las Norton Lectures dictadas en Harvard (1967-8), donde el escritor argentino agrega un dato autobiográfico a sus primeras lecturas de Whitman en Ginebra (p. 30), o al breve cuento "El otro" publicado en El libro de arena (1975), en donde Borges el viejo (narrador) mantiene una discusión con Borges el joven (interlocutor) sobre la forma como cada uno concebía al poeta (pp. 56-60).

3 Magaril describe a partir de estos puntos un contexto de relaciones e influencias, en el que confluyen de diversas maneras una gran cantidad de pensadores, corrientes y acontecimientos históricos. De este modo, se pueden apreciar las diferentes resonancias de autores (Carlyle, Schopenhauer, Spinoza), escuelas literarias (Ultraísmo o el Futurismo) y hechos/procesos históricos (Bolchevismo, el Nazismo o la Postguerra) que configuran el mismo.

4 A este respecto resulta muy representativo la enunciación que Magaril realiza de las biografías disponibles de Walt Whitman entre 1940 y 1960 y su comparación con las que Borges menciona o insinúa en sus textos de esa misma época (pp. 42-43).