Editorial
Este número se viste de gala para la fundación de una nueva sección de la revista dedicada a la publicación de textos filosóficos de envergadura clásica que deseamos poner a la consideración de nuestros lectores. Poniéndola a su amparo en la conmemoración de los cien años de su muerte, hemos decidido inaugurarla con un texto de Charles Péguy, originalmente publicado en la revista que el filósofo y poeta francés dirigió y editó con ejemplar atención a los detalles, Cahiers de la Quinzaine, publicación que tanto inspiró a Esprit en su momento, que ahora ciertamente anima a quienes trabajamos en esta revista. En esta sección de aparición esporádica publicaremos, pues, diversas obras que queremos rescatar de sueños a veces seculares.
La permanencia de un vocablo cualquiera en una lengua dada depende de su repetición: de la cantidad de ocasiones que los hablantes la invocan, pronunciándola o escribiéndola. La fijación de cierto uso de las palabras, de ciertas estrategias retóricas, ayudan a caracterizar a los autores y sus semblantes ante los siglos. Sin embargo, hay algunas expresiones de las que es más difícil dar noticia por su escasa ocurrencia, expresiones que incluso aparecen solamente una vez en un canon. Estas excepciones, que hacen los quebraderos de cabeza y las delicias de los eruditos, se han venido a llamar hápax legómenon ("lo dicho una vez sola"). Así, por ejemplo, encontramos el siguiente hápax en el Evangelio de Lucas: que Jesús aparece "envuelto en pañales".
Los sabios de Oriente indagaron el horizonte, donde encontraron la estrella que los guió a Belén, al tesoro que habían buscado y esperado hasta entonces todas las generaciones. Para los cristianos, el ephápax, aquello que ha ocurrido de una vez y para siempre, convirtiéndose en el acontecimiento de la Historia, es Cristo.
El hápax comparte su carácter de inédito e inesperado con la estructura del acontecimiento, de suyo impredecible y excepcional; de gratuito, aún para el recipiente del don. Muchas cosas ocurren al rededor nuestro. Pocas acontecen. De varias tenemos noticia y nos las contamos cuando nos contamos nuestras historias en nuestras palabras. Algunas, aunque no necesariamente tengamos noticia de ellas, también han acontecido para nosotros. Y sin duda son los acontecimientos de nuestra vida los que, reconociéndolos o no, han forjado nuestras identidades, mismas que desplegamos hacia los horizontes de nuestras finitas existencias, cuyos desarrollos pueden llegar a convertirse en auténticos acontecimientos, en destino nuestro y de los demás, en tiempo oportuno, oportunidad propicia (kairós). La vida de cada uno de nosotros puede y debe convertirse en un ephápax, en un acontecimiento tan desbordante e incalculable como la música de Beethoven, en el testimonio de tantos que han vivido vidas ejemplares, agraciadas. De sus gemidos de toro de Falaris, nuestros oídos reciben los cantos más bellos y las mejores inspiraciones al rededor de las cuales ponernos una casa en este mundo y habitarlo llevados por un hálito de Esperanza.
Juan Manuel Escamilla
Centro de Investigación Social Avanzada
Santiago de Querétaro, México
Julio de 2014