Esta antología colectiva es producto de la admiración filosófica y personal de cada
uno de sus autores hacia la figura del recientemente desaparecido Luis Villoro y ha
sido escrita por un conjunto de estudiosos y profesores de diversas posiciones e intereses,
principalmente de la Ciudad de México y de la Universidad Michoacana de San Nicolás
de Hidalgo en Morelia. El libro presenta varios testimonios sobre la importancia que
reviste la filosofía de Villoro en México y en otras latitudes, su incidencia, su
influencia y el desarrollo que se vislumbra en el futuro.
Me centraré solamente en los trabajos de los autores, todos ellos colegas y compañeros,
pertenecientes a la comunidad filosófica de la Universidad Michoacana. La razón fundamental
de esta elección es que, al tener que discriminar por razones de espacio, y de la
inevitable selección de partes en un volumen tan extenso, he optado por pensar que
buena parte del mismo es reflejo de lo que podemos llamar "la recepción del pensamiento
de Villoro en la comunidad filosófica de Morelia".
Como sabemos, don Luis Villoro Toranzo fue muy cercano a dicha institución y colaboró
de manera directa, aunque intensamente -a pesar de haber estado durante un tiempo
más breve de lo que hubiéramos querido- en el enriquecimiento de nuestras líneas de
investigación, de nuestras perspectivas, de la manera de percibir la realidad concreta,
sin abdicar del cometido filosófico, contribuyendo también a redefinir la idea misma
de la filosofía y su tarea, tanto en un sentido universal como particular.
Los textos de los colegas de Morelia sobre Villoro representan prácticamente todo
el espectro filosófico que integró la perspectiva intelectual de don Luis. Lo anterior,
bien puede percibirse en la inserción misma de los escritos en los distintos capítulos
temáticos, donde se muestra un equilibrio distributivo en lo referente a los contenidos
abordados por los autores.
Así, encontramos textos sobre la importante contribución a la epistemología que hiciera
Villoro: los de Mario Teodoro Ramírez (coordinador del libro), y también los de Mario
Alberto Cortez Rodríguez; textos acerca de la idea de Modernidad, presentados por
Rubí de María Gómez y Oliver Kozlarek; otros, los de Gabriela Barragán y Emmanuel
Ferreira, se inscriben en los estudios acerca del multiculturalismo, preocupación
de Luis Villoro durante buena parte de su quehacer filosófico y que atraviesa el conjunto
de su obra; finalmente los trabajos de Jaime Vieyra, actual director de la Facultad
de Filosofía, y de Celerino Felipe Cruz, cubren la dimensión de la alteridad, centrada
principalmente, aunque no exclusivamente, en la constante atención de Villoro sobre
el indigenismo, cuestión que el filósofo desarrolló desde el exordio en su opera prima.
Seguramente, sin que el coordinador se lo haya propuesto así, las ocho aportaciones
se distribuyen en pares dentro de los cuatro capítulos temáticos elegidos para configurar
el texto global. Esta distribución puede mostrarnos que el pensamiento de Villoro
penetró en los distintos intereses cultivados en nuestra comunidad. A través de cada
contribución se "aterriza" equilibradamente el pensamiento del penúltimo sobreviviente
del grupo Hiperión1 desde los múltiples intereses que cultivó durante su longeva y productiva vida filosófica,
y que encontró tierra nutricia para que su quehacer continuara difundiéndose en las
nuevas generaciones, a través de la cátedra, las publicaciones, las conferencias,
la investigación, la dirección de tesis de todos los niveles, y que permitió, sin
duda, la labor de difusión de los autores que colaboraron en el libro y a los que
me refiero hoy.
Mario Teodoro Ramírez presenta una hipótesis de trabajo sumamente interesante alrededor
del pensamiento de Villoro que se centra en la idea de que la cuestión epistemológica,
por un lado, y su teoría política, por otro, constituyen los núcleos desde los que
se desgrana el resto de las preocupaciones villorianas; Ramírez, sin embargo, muestra
justamente que todas estas dimensiones temáticas y conceptuales abordadas por el filósofo
están sostenidas por una unidad central que soporta incluso a los dos núcleos señalados:
esto es, la importancia que Villoro otorga al pensar conjuntamente lo teórico y lo
práctico (es decir, teoría y praxis: pensamiento y acción). En el examen cuidadoso
y profundo de Mario Teodoro sobre las obras paradigmáticas de Villoro: Creer, saber, conocer (2009) y El poder y el valor (1997), representativas de la epistemología y la teoría política respectivamente,
muestra la unidad que subyace tras la filosofía de don Luis, cuya concepción epistemológica
sirve de guía para construir una vida práctica, social y comunitaria más justa, equitativa
y, además, posible.
Por su parte, Mario Alberto Cortez, en su aportación de sugerente título: "Epistemología
y laicismo", muestra igualmente la importancia filosófica de Creer, saber, conocer, en una valoración muy positiva, pero no exenta de objetividad rigurosa, que desemboca
en la posibilidad práctica de una liberación de las distintas formas de dominación
y autoritarismo. Para ello, el autor hace un interesante análisis de la dimensión
religiosa y de paso, aborda otra preocupación ya conocida de Villoro, en relación
con el conocimiento personal y la ética de la creencia. Así llegamos a la segunda
parte que compone el primer binomio de textos de la obra y que tiene el título de:
"Laicismo". No es posible detenernos en una exposición detallada sobre esta cuestión;
basta decir que Mario Alberto contribuye, mediante su interpretación de Villoro, a
reformular de manera positiva el concepto de laicismo o laicidad, que desafortunadamente
en México sigue siendo malentendido, mal interpretado, manoseado y, en suma, casi
desconocido en su significación más profunda.
Oliver Kozlarek centró buena parte de sus intereses teóricos en explorar el concepto
de Modernidad desde la idea de la "conciencia del mundo" como característica esencial
de ella. Encuentra en Luis Villoro un interlocutor privilegiado para esta exploración,
que constituye una reformulación conceptual original de dicha categoría histórico-cultural
y filosófica. Kozlarek dirige una mirada crítica a la visión que tiene el propio Villoro
acerca de la Modernidad, visión que en términos generales consideró de forma negativa.
Sin embargo, en el fondo, no es posible considerar a Luis Villoro como un pensador
anti-moderno. Kozlarek difiere esencialmente en la posición de Villoro, en el sentido
de que la Modernidad no es una creación exclusiva de la cultura occidental o, más
exactamente, una "característica suya". Aunque la tesis de Oliver Kozlarek es que
en el centro de la Modernidad está el propósito de construir una conciencia del mundo,
a nivel de conclusión, Villoro compartiría la misma idea y se constituiría, como un
pensador, quizá "pese a sí mismo", "moderno".
Por su parte, Rubí de María Gómez nos regala un escrito hermoso, ya desde su título:
"Hacia un nuevo sentido de humanidad". En él, la autora pone a dialogar a Villoro,
con pensadores y pensadoras que han influido en su pensamiento y que han sido motivo
de sus investigaciones más recientes, casi todas presididas por un feminismo crítico,
despojado de ideologías y fundado en conceptos claros y capaces de aterrizar en lo
concreto. El texto de don Luis, que es pretexto para Rubí y, en cierto modo, la guía
de su ensayo es La mezquita azul: una experiencia de lo otro (1996), ese prodigioso ensayo sobre la experiencia de lo sagrado, que permite exploraciones
más amplias, como las que Gómez hace en su capítulo. Así, el Dalai Lama, Simone Weil,
Carol Gilligan, Hannah Arendt y Leonardo Boff, entre otros, se vuelven interlocutores
del filósofo mexicano y ayudan a la autora en su formulación de un nuevo sentido de
humanidad, articulado alrededor del eje de la alteridad y sus formas, la persona humana,
la labor del cuidado, la inclusión y la justicia. Lo que nos deja un muy buen sabor
de boca filosófico y un mensaje de auténtica esperanza.
Desprendidos de la labor del cultivo de la filosofía feminista, emprendida hace ya
varios lustros por Rubí de María Gómez, se han desarrollado obras centradas en este
terreno y han constituido una suerte de tradición en nuestra comunidad filosófica.
En este filón se inscribe el trabajo realizado desde una perspectiva de género por
Gabriela Barragán en torno al concepto de democracia de Villoro.
Es conocida y reconocida la teoría que Villoro construyó sobre la democracia y su
crítica a las democracias contemporáneas, así como las alternativas que propuso para
ejercer otras formas de éstas. Barragán empareja esta perspectiva a la de Anne Phillips y hace
ver las coincidencias entre ambas visiones, cuyo leitmotiv es el problema de la exclusión como práctica derivada directamente del ejercicio
de las democracias que en la actualidad privan en los sistemas políticos. Tanto para
Villoro, como para la mayor parte de las teorías feministas, es paradigmática la exclusión
de las mujeres como la forma más radical e injusta de exclusión. Por ello, la propuesta
de una democracia participativa y comunitaria que sustituya a las democracias representativas,
es coincidente con una perspectiva de género que se precie de tal, en la medida en
que pueda proponer alternativas para una sociedad más justa e igualitaria en donde
se empezaría por la integración genuina de los excluidos, entre quienes se encuentran,
en primer lugar, las mujeres.
Emmanuel Ferreira retoma el problema epistémico como punto de partida para desarrollar
el problema de la liberación en el pensamiento de Villoro. Su texto, claro y puntual,
sostiene la formulación por parte del filósofo, de una epistemología hasta cierto
punto inédita, que bien podría ser caracterizada como "epistemología de la alteridad".
Sólo este tipo de epistemología, de la que aquí no presentamos sus características,
pero que Ferreira nos va mostrando, puede desembocar en procesos auténticos de liberación,
aspecto que ya mencionamos también a propósito del texto de Mario Alberto Cortez.
Ferreira concluye que, sin ser explícita, puede formularse la idea de "liberación"
en don Luis, a condición de matizar este concepto, que sí se encuentra presente en
él, por medio de la noción de Libertad, y también insistiendo en que el proceso de
"liberación" no implica una actitud reactiva, sino siempre afirmativa de la propia
identidad, en el reconocimiento de las diferencias, no obstante la negativa a ser
asimilado injustificadamente por una instancia superior que violente nuestra condición
de seres libres y autónomos.
La contribución de Jaime Vieyra, titulada "Luis Villoro. Los indios y el silencio"
es, en palabras del propio autor, una apología construida en tres momentos fundamentales:
el primero, respecto de la vocación filosófica misma como realización en el pensador;
el segundo, que se detiene en sopesar y analizar la importancia y valor de lo que
Jaime llama "herencia de lucidez" para construir nuestra tradición cultural; el último,
que da título al capítulo completo, se refiere a la concepción villoriana de los indios
y el significado del silencio.
Sobre esto último, es importante dar cuenta, aunque sea brevemente, de cómo el autor
exalta de manera adecuada y dimensionada el interés de Villoro sobre la cuestión indígena,
insertada de manera concreta en el indio como paradigma de las formas de alteridad
u otredad que caracterizaron al pensamiento del discípulo de Gaos. Vieyra ve con justeza
que los aspectos que Villoro deja más bien abiertos en Los momentos del indigenismo, están después desarrollado en otros textos, pero, sobre todo -y esto es lo importante-
en el propio testimonio de vida del filósofo en comunidades indígenas, al involucrarse
en las causas del zapatismo, luchando contra la lógica de la dominación estatal y
la aniquilación de las diferencias culturales en aras a una uniformidad cultural artificial
y uniformadora. Al final, es la significación del silencio, de acuerdo con Vieyra,
la que nos suministra una mayor conciencia de la alteridad y su valor infinito, para
una consideración más alta y noble del Otro como otro concreto, que asume el rostro
indígena de manera privilegiada para mostrarse como advocación de cualquier alteridad
posible
Bajo la égida de esta consideración del indígena, preciada para Villoro, se encuentra
el texto de Celerino Felipe Cruz, autor perteneciente a la cultura p'urhépecha. El texto consiste en una formulación teórica y en la presentación de una posibilidad
práctica de ejecución de la denominada "democracia comunitaria", a la que ya aludíamos
líneas arriba. Celerino Felipe realiza, a través de Villoro y de sus propias consideraciones,
una crítica a la idea tradicional de democracia, muestra sus límites y vicios, así
como su desgaste contemporáneo. Guiado por Vasco de Quiroga, el autor expone la importancia
de la captación de la especificidad de las culturas para su propia organización política.
Finalmente, Cruz explica de qué manera el gobierno p'urhépecha o, al menos, la concepción de esta cultura acerca de cómo se debe gobernar, constituye
una expresión de la concepción villoriana de democracia comunitaria como una confirmación
práctica de las propuestas del propio Villoro al respecto.
A un año de la desaparición física del querido maestro, hemos visto someramente, a
través de este texto memorable, cómo se ha venido gestando la "recepción de la filosofía
de Villoro en la comunidad filosófica de Morelia". Esta recepción fue posible porque
en el origen hubo otra recepción, mejor dicho, un recibimiento: el recibimiento del
propio don Luis a nosotros, la apertura de su corazón generoso y la puesta en común
de su pensamiento, donándonos, igualmente de manera generosa, no sólo ese invaluable
acervo que constituye hoy el Fondo Villoro de la biblioteca El Ateneo de la Juventud,
de la comunidad filosófica nicolaíta, sino también el gran regalo de su presencia
y sus enseñanzas como dones para que podamos construir y preservar nuestra propia
tradición filosófica.