Los editores de esta publicación creemos firmemente que la filosofía no puede claudicar
en su pretensión de encontrar la verdad. Creemos que la filosofía no puede claudicar
en su vocación a ser vida y a ser diálogo. Creemos que la filosofía no puede consistir
en la construcción de sistemas mientras se despedaza el mundo y los hombres se siguen
devorando. La filosofía ha de ser alimento y costumbre, ha de ser estilo, modo, hábito.
La filosofía no puede abandonar lo que el corazón del hombre espera de ella; ha de
evitar ofrecer respuestas acabadas a preguntas infinitas, conceptos abstractos a preguntas
concretas. Porque la filosofía no va a clases de filosofía.
Los editores de esta publicación estamos convencidos de que la filosofía ha de ser
la mejor encarnación racional de las inquietudes del corazón del hombre, simplemente,
una tensión; la aceptación del reto que impone el hecho de que la vida es una permanente
relación inacabada. La filosofía quiere asumir con la razón las experiencias que la
poesía dice y roza con claridad, y las preguntas que la teología se atreve a querer
contestar.
No puede haber filosofía si no hay una pasión, si no hay un corazón, si no hay un
deseo, si no hay un acicate, si no hay una rebelión, si no hay una inquietud, si no
hay un desajuste, si no hay un drama; en una palabra, si no hay amor, si no se ama
y se pierde el miedo a la verdad.
Esa palabrita, tan profanada, la Verdad, ¡y con mayúsculas!, hoy le saca un ojo al
mejor profesional de la filosofía. Hegel, Nietzsche y hasta Kant han sido hechos culpables
de haber dado suelo a la construcción de algunas de nuestras más destructivas quimeras
como si su problema hubiera sido haber buscado la Verdad o, peor aún, haberla encontrado
y publicado. Eso, a veces, es sorprendente. Pero mucho más lo es que a continuación
la filosofía baje los brazos y renuncie a buscar la Verdad por no sé qué buenas maneras
académicas de falsa corrección política.
Cierto, de las pesquisas por la Verdad de los filósofos podemos aprender que, a menudo,
erraron. Que, por cierto, por sistema, erraron. Y siguieron errando hasta que, alguna
vez aquí y allá, acertaron. Pero cuando dieron con el clavo incandescente, el mundo
nunca volvió a ser el mismo.
Una cosa es ser honestos, como quiso Kant, y ceñirnos a hablar con certeza solamente
sobre lo que sabemos y no alegar que sabemos lo que ignoramos; aún que haya ciertas
cosas que, sencillamente, no podemos saber, mientras que hay otras sobre las que podemos
saber no poco; pero otra cosa es renunciar a convertir la filosofía en una forma de
vida porque interfiere con nuestro oficio de filósofos.
Que la filosofía haya de tener más la forma de una inquietud que la forma de un sistema
es una idea que ya tuvo Péguy, uno que no fue consagrado por La Sorbonne ni por la
Academia francesa ni por institución alguna, un rechazado, un marginado, un desechado.
Su más grande gloria le vino después del martirio militar por su país en la Gran Guerra,
pero en vida no logró más que quebrar una editorial y medio hacerse de un nombre de
poeta con talento: "el kantismo -decía- tiene las manos limpias, pero no tiene manos.
Nosotros, con nuestras manos callosas, con nuestras manos nudosas, con nuestras manos
pecadoras, tenemos alguna vez las manos llenas". Debemos ensuciarnos las manos, de
política, de aventura, de atrevimiento, de inteligencia honesta, de inquietud.
Aristóteles nos enseñó a pensar en la cultura como en una segunda naturaleza: nuestros
actos se convierten, a fuerza de repetición, en hábitos que, lo mismo que los músculos
tensos del bailarín, se vuelven actos reflejos, virtudes, actos realizados con maestría
o vicios que se llevan a consumación. Las costumbres, por muy domésticas y hasta individuales
que aparenten ser, configuran el carácter de una persona, de una casa y, en fin, de
una nación. Los sociólogos han rastreado nuevos hábitos en nuestras vidas,: nuevos
comportamientos que signan nuestra época. Así que repitamos la idea de Eliot: entre
esos hábitos modernos, supermodernos, se encuentra la nueva habilidad para fabricar
sistemas. Sistemas para impartir justicia, sistemas que protejan los Derechos Humanos,
sistemas de pensamiento, sistemas de circulación, sistemas de cálculo felicífico,
sistemas dentro de otros sistemas, subsistemas, sistemas de aire acondicionado, sistemas
de alimentación, sistemas tecnológicos, sistemas verdes, ecosistemas, licenciaturas
en sistemas y otra infinidad de abstracciones. Pero ni somos pensantes, ni justos,
ni humanos, ni felices, ni ecológicos ni concretos. Estamos, pues, perdiendo la vida
para ganar la filosofía, que no es filosofía sino la profesión de la filosofía.
En esta ocasión, con la intención de que la filosofía siga siendo vida y no monstruo
de la razón, Ricardo Gibu y Marisol Ramírez conversan sobre el perdón, esa necesaria
resignificación de la historia sin la que los hombres no podríamos vivir juntos ni
un solo día. Scheler, Nietzsche y Guardini les sirven de motivo y detonante para una
rica conversación sobre lo que significa perdonar y su potencia de acabar con el resentimiento.
Virginia Aspe continúa intentando comprender lo inenarrable: a través del análisis
de dos casos de violencia en México, y apelando a nuestra gran tradición de pensamiento
humanista, genera una narrativa que busca recuperar los nombres de las víctimas y
propone una hipótesis de camino hacia la no-violencia. Valeria López Vela, por su
parte, se detiene a estudiar los mecanismos por los que la acción afirmativa puede
ser una vía para disminuir la discriminación en nuestras sociedades democráticas.
Discute con Rawls a partir de las propuestas de Nagel con el objetivo de eliminar
los prejuicios sobre algunas prácticas que ayudarán a paliar el abuso que los fuertes
tienden a ejercer sobre los débiles. Juan Eduardo Carreño abona al debate tan álgido
sobre la inteligencia que hay en las teorías del diseño inteligente, un debate necesario
que muchos científicos y teóricos de la ciencia suelen dar por zanjado. Carreño recupera
la propuesta de Stephen Meyer quien, a su parecer, escapa a las versiones fáciles
del diseño inteligente y propone una nueva manera de plantear los debates sobre las
cuestiones últimas -podríamos decir, de filosofía primera-, que surgen siempre cuando
se habla del origen del universo y de evolución. Rodrigo Guerra, a su vez, se deja
interpelar por la cuestión antropológica acuciante del modo como se engrana el sistema
sexo/género en la persona, en un intento por alimentar el debate sobre la identidad
personal en medio de la polémicas y la urgente necesidad de elementos para pensar
el modo como se constituye la identidad sexual de la persona.
Las dos últimas secciones de la revista, en este número, son la memoria de que no
venimos de ayer ni de antier, sino de mucho antes que antes, y que el diálogo que
es la filosofía ha de realizarse también con el pasado y con los clásicos de nuestro
presente. José María Llovet propone una extraordinaria conversación con André Laks,
uno de los más grandes expertos del mundo en filosofía griega. La conversación comienza
con la presentación de la titánica edición bilingüe que el profesor Laks ha preparado
de los textos y fragmentos de los filósofos hasta ahora conocidos como "presocráticos",
y que está llamada a ser un nuevo referente universal en el estudio de la filosofía
clásica. Sin embargo, la conversación se convierte en una reflexión sobre el papel
que el estudio de los clásicos tiene en la conformación de las sociedades contemporáneas
y de las nuevas formas académicas y escolares que la universidad actual ha adoptado.
Las reseñas, por último, comentan textos de filosofía contemporánea. Olga Belmonte,
una de las pocas conocedoras del pensamiento de Franz Rosenzweig en lengua española
comenta los Escritos sobre la guerra, del autor alemán, que han sido recientemente traducidos y comentados por Roberto
Navarrete para Ediciones Sígueme. Ignacio Quepons no sólo reseña, sino que analiza,
comenta y critica profusa y cuidadosamente La nueva imagen de Husserl. Lecciones de Guanajuato, de Javier San Martín. Tania Yáñez, finalmente, comenta uno de los libros de historia
de la filosofía que ha publicado el filósofo español Miguel García-Baró, Descartes y herederos. Introducción a la historia de la filosofía occidental, publicado también por Ediciones Sígueme.
Open Insight busca proponer textos filosóficos que sean origen de una conversación, de una discusión;
busca ofrecer a sus lectores un panorama de la filosofía que se está haciendo el día
de hoy acerca de los problemas sociales, políticos, morales, religiosos, vitales con
los que se las ve el hombre contemporáneo. No tanto para la construcción de un sistema,
sino con el ánimo de provocar una inquietud.