Mariano Crespo, filósofo español nacido en 1966, labora actualmente en la Universidad
de Navarra. Su formación académica lo ha llevado al campo de la fenomenología y ha
publicado tanto estudios científicos como obras de divulgación filosófica dentro de
su área, enfocándose principalmente en los aspectos antropológicos.
El libro que hoy reseñamos corresponde a su tercera edición -y segunda en español-:
la primera fue publicada en alemán, en 2002. Posteriormente, fue traducida (por él
mismo) y publicada por Ediciones Encuentro, en 2004. En 2016, la misma casa editora,
publicó El perdón. Una investigación filosófica, en una versión corregida y aumentada. Si bien estas correcciones y aumentos no llevan
al texto en una nueva dirección general, resaltamos en esta edición el añadido de
un capítulo conclusivo donde hace una síntesis del libro, aclarando de su trabajo
que, en realidad, no es sino “un comentario de las hermosas palabras del obispo de
Hipona”:
No es, pues, que aprobemos las culpas que queremos corregir, ni queremos que la maldad
cometida quede sin castigo, porque así nos place. Tenemos compasión del hombre, detestamos
su crimen, su fechoría: cuanto más nos desagrada el vicio, tanto menos queremos que
aparezca el vicioso que enmienda. Cosa fácil es y natural odiar a los malos, pues
que son malos; raro es y piadoso el amarlos porque son hombres; de modo que a un mismo
tiempo has de condenar la culpa, porque afea la naturaleza que amas (san Agustín,
Agustín de Hipona, Carta 153: I, 3).
El texto, de 170 páginas, está dividido en cinco capítulos, además de incluir una
introducción y una conclusión. El libro sigue un acercamiento al núcleo del perdón
de afuera hacia adentro, comenzando por las consideraciones metodológicas hasta finalizar
con los elementos esenciales del perdón.
En la Introducción, el autor plantea dos objeciones que tratará de desmontar a lo
largo de los capítulos siguientes. Por un lado, plantea la idea de que perdonar constituye
un «caso límite», prácticamente imposible de alcanzar. Por otro lado, expone la argumentación
de Aurel Kolnai, quien afirma que, si se puede romper la relación entre agente y acción,
la valoración del agente queda determinada por su acción; “una actitud no negativa
respecto al agente significaría una actitud no negativa hacia la acción en cuestión”
-en este caso: la ofensa del agresor-, por lo que el perdón se presentaría a Kolnai
como una imposibilidad lógica, sea porque el agente resulta inocente del mal cometido
y no cabe, entonces perdonarlo, o bien sería indiscernible en tanto que malo. Es decir,
Kolnai plantea la cuestión de en qué medida la persona es reductible a sus acciones.
El primer capítulo trata sobre los aspectos metodológicos que usará a lo largo del
texto. Sus puntos de partida son dos: a) que el acto del perdón es de carácter intencional,
es decir no inmanente a la conciencia; y b) que el perdón siempre tiene un carácter
personal, donde intervienen el que ofende y el ofendido. Según Crespo, por esta segunda
consideración no es posible el perdón a sí mismo. Dice él que, más bien, se trata
de un fenómeno de aceptación de la propia culpa y de esperanza del posible perdón
que se me concederá.
Los otros aspectos metodológicos señalados en su introducción son, primeramente, un
concepto determinado de «fenómeno», a saber, «aquello que se nos da o se nos puede
dar conscientemente», así como las siguientes categorías tomadas de Dietrich von Hildebrand:
a) lo subjetivamente importante, b) lo importante en sí, c) el bien objetivo para
la persona. Crespo incorpora estas categorías a su argumentación para postular una
comprensión del mal objetivo c) como aquello que es propiamente objeto del perdón.
Identificar aquello que no es el perdón es la intención del segundo capítulo. Para
ello, el autor realiza un amplio elenco de fenómenos que no considera como formas
del auténtico perdón. El perdón no es venganza. Ni deseo de ella. Tampoco es odio.
O rencor. Asimismo, existen otros fenómenos que pueden confundirse con el perdón,
como la superación de los malestares sufridos a consecuencia del mal objetivo que
se me ha realizado, dejar de lado el mal, la indiferencia ante el agresor, la condonación
o la aprobación del ofensor, tampoco son perdón. El perdón no es una representación
psicológica que acontece en el ofendido ni tampoco un juicio de la razón. El perdón
no es una respuesta obligada ante quien ofende. Asimismo, no es una disculpa intelectual,
ni una prescripción emocional, ni tampoco la liberación de una pena o de un castigo
a quien ofende. Tampoco es el cese de un sentimiento negativo. Ni del resentimiento.
Cada uno de estos casos irreductibles al perdón son revisados con detalle por el autor,
quien va señalando las insuficiencias de tales situaciones frente al auténtico perdón.
Para terminar el segundo capítulo, Crespo presenta algunas formas de pseudo-perdón
según las exponen Jankélévitch y Hildebrand. Aquí, nos encontramos con la displicencia,
la integración cultural, la falsa transgresión de nuestros derechos, el caso de una
susceptibilidad exagerada por parte del ofendido o el perdón arrogante en virtud de
una actitud farisaica.
Con el tercer capítulo ingresamos al núcleo del fenómeno del perdón. Aquí, deseamos
indicar que el título del libro nos parece excesivo por que enfrenta exclusivamente
el fenómeno del perdonar y no, por ejemplo el del pedir perdón. «Perdonar» sería,
tal vez, un título más ajustado a la investigación que Crespo realiza.
El perdón se dirige exclusivamente al mal objetivo, es decir a la acción injusta,
únicamente en cuanto que se nos hizo a nosotros de forma intencionada y no en la medida
en que posee un disvalor moral. Por lo tanto, es preciso distinguir la intencionalidad
de la ofensa al mismo tiempo que si, en efecto, la ofensa fue dirigida a mí. Este
capítulo aborda algunas preguntas relacionadas con estas cuestiones: ¿Puedo perdonar
un mal que no se ha hecho directamente contra mí? ¿Existen hechos verdaderamente imperdonables?
¿Hay males que no deben ser olvidados?
El cuarto capítulo versa cobre las condiciones del perdonar. Crespo considera que,
respecto de quien perdona, son necesarias: libertad, reconocimiento de que el ofensor
es una persona, volver a ser consciente de la propia dignidad que la ofensa parecía
haber ocultado, la comprensión del mal infligido, el reconocimiento y superación de
los sentimientos negativos y la restauración de la relación con el ofensor. Por parte
del ofensor, son necesarias la responsabilidad y la conciencia.
Finalmente, el capítulo quinto intenta acercarse de lleno a la esencia del perdonar,
diciendo que se trata de un fenómeno moral. Dice que el perdonar es un acto tanto
en su sentido amplio como en el estrecho. En sentido amplio, perdonar es una vivencia
espontánea. En sentido estrecho, se refiere a la realización de un estado de cosas
diferentes al agente.
A lo largo del libro, Crespo hace referencia a la asimetría del perdonar. En este
capítulo final, la detalla, diciendo que es asimétrica porque rompe la lógica del
ojo por ojo, al superar la deuda venciendo al mal con el bien. Traemos a colación,
aquí, un párrafo de Joseph Ratzinger/Benedicto XVI que expresa vivamente esta asimetría:
¿Qué es realmente el perdón? ¿Qué ocurre en él? La ofensa es una realidad, una fuerza
objetiva que ha causado una destrucción que se ha de remediar. Por eso el perdón debe
ser algo más que ignorar, que tratar de olvidar. La ofensa tiene que ser subsanada,
reparada y, así, superada. El perdón cuesta algo, ante todo al que perdona: tiene
que superar en su interior el daño recibido, debe como cauterizarlo dentro de sí,
y con ello renovarse a sí mismo, de modo que luego este proceso de transformación,
de purificación interior, alcance también al otro, al culpable, y así ambos, sufriendo
hasta el fondo el mal y superándolo, salgan renovados (Ratzinger, 2007: 194-195).
Para terminar su argumentación, el autor aborda las cuestiones de la necesidad de
arrepentimiento del agresor, del perdón «social» y del perdonar como virtud.
El perdón. Una investigación filosófica ofrece un recorrido detallado y esquemático, paso a paso, por todos los recovecos
del perdonar. Ahí puede reconocerse que no se trata de un fenómeno periférico del
sujeto, sino de uno que lo implica en su totalidad. Observando detalladamente este
fenómeno, es posible reconstruir la fisonomía de la persona.