Editorial
Fidencio Aguilar Víquez, Ramón Díaz Olguín
Editorial
Revista de Filosofía Open Insight, vol. X, núm. 18, 2019
Centro de Investigación Social Avanzada
Fidencio Aguilar Víquez
Centro de Investigación Social Avanzada , México
Ramón Díaz Olguín
Centro de Investigación Social Avanzada, México
En México necesitamos escucharnos, tener la capacidad de comprender las razones y sentimientos del otro, de los demás, y colocarnos en su situación. Requerimos pensar los problemas y conflictos de manera conjunta, consensada hasta donde sea posible y, sobre todo, contar con los diversos actores sociales, económicos y políticos a fin de partir de diagnósticos adecuados e imaginar un mejor país. Con mera retórica no se pueden resolver los problemas que afectan a las familias, a los maestros y estudiantes, a los trabajadores del campo y de la ciudad, a la gente de a pie en las calles y colonias, ni mucho menos los problemas políticos estructurales que desde hace décadas (incluyendo las del antiguo régimen autoritario excluyente) no permiten un sano desarrollo hacia mejores condiciones de desarrollo humano y de realización del bien común.
Los conflictos y los problemas siempre han existido, desde que los seres humanos aparecieron en el globo. Y, desde un punto de vista meramente histórico, podemos afirmar que hemos vivido la historia de las luchas frecuentes y constantes por el poder en sus diversas dimensiones. Ello denota que una forma de resolver los problemas y conflictos es a través de la violencia y de la imposición de la ley de la selva, la ley del más fuerte. Pero este no es el camino que abre los espacios de humanidad y de dignidad. La violencia es una forma degradante de resolver las disputas humanas y de esterilización de lo más fecundo del espíritu humano: su anhelo de verdad, de bien, de belleza y de justicia y paz.
Cuando los conflictos, también históricamente, comenzaron a resolverse sin la fuerza del garrote del más fuerte y poderoso, cuando los seres humanos se sentaron a dialogar y a escucharse, a dar razones y a acoger las razones del otro, nació la civilización, la humanidad como tal, en una palabra, la política: el arte de dar razones y convencer. Fue así como nacieron en la Antigüedad y luego a lo largo de la historia los grandes intentos de resolver los problemas y conflictos de manera racional. Surgió lo que es el mundo civilizado, el que ofrece a sus habitantes todo lo necesario para vivir y convivir, incluyendo sus derechos y deberes y los espacios necesarios para su creatividad. Ha sido larga y sinuosa esta marcha y lucha de la razón, pero sus resultados a lo largo de las diversas etapas históricas hasta nuestros días están ahí, a la vista de todos: las sociedades democráticas pluralistas contemporáneas.
Reconocer lo que ha pasado en la historia de la humanidad no nos hace optimistas ingenuos; si bien ha habido pasos importantes de la barbarie a la civilización –y ello hablaría de un progreso humano y de desarrollo hacia mejores condiciones de humanidad–, también es cierto que prevalece de manera más sofisticada (y hasta racional) la lucha por el poder. Hay, por lo tanto, como ya lo planteaba Jacques Maritain desde los años cincuenta del siglo pasado, una ley del doble progreso contrario en la historia, que por un lado hace brotar cosas nuevas de humanización y, por el contrario, cosas de nueva barbarie y degradación humana, moral y política. Siempre es importante mantenernos en estado de alerta para que el poder no le gane a la razón y siempre sea ésta un contrapeso natural. Por ello, insistimos, es necesario escucharnos, mirar las razones de los demás y colocarnos, en última instancia, en los zapatos del otro. Esta actitud debe tomarla sobre todo quien detenta el poder, si no, la primera víctima, como ya lo planteaba Sócrates en la Grecia clásica, es él mismo.
Los contrapesos naturales del poder han sido la razón y la imaginación. La razón porque, como hemos señalado arriba, ha abierto el camino de la civilización; pero también la imaginación, porque los seres humanos que recibimos a lo largo de nuestra existencia un mundo en el cual vivir, también queremos mejorarlo y hacerlo más digno, queremos incluso crear otro mundo, otros mundos, donde podamos contar con los demás en situaciones de igualdad y de fraternidad. La filosofía y las humanidades nos ayudan con esas dos capacidades humanas que, también a lo largo de la historia, han permitido visos de pensamientos y sentimientos que, si los volvemos a tomar, con nuestras propias condiciones, generaremos sin duda el mundo mejor que deseamos construir, ése que las próximas generaciones nos lo agradecerán si decidimos comenzar a construirlo.
La revista de filosofía Open Insight, ahora con un nuevo cuerpo directivo, agradece a todos y cada uno de quienes la han sostenido a lo largo de estos años y la han llevado al lugar donde está, especialmente a quienes la fundaron y la consolidaron con su esfuerzo (titánico) y dedicación (abnegada): en primer lugar, a Diego Rosales Meana, que supo dirigirla con pasión y arrojo desde el principio, pero también a Tania Yáñez Flores, quien muchas veces hizo un trabajo silencioso, pero no por ello menos efectivo. Los nuevos responsables no queremos otra cosa que continuar esta gran obra y hacer lo que nos corresponde para enriquecerla, siempre en beneficio de nuestros lectores y colaboradores. Así, estamos seguros, serviremos a nuestro país para fomentar y generar el diálogo, y a los demás países para colaborar mutuamente en la cultura de la pluralidad y de la escucha: la lectura atenta del otro.
Ahora, pasando al contenido de la revista, con este número ofrecemos interesantes contribuciones mediante nuestras conocidas Secciones.
Las últimas sesiones del Seminario de Filosofía Social organizadas por el Cisav –de donde provienen la mayoría de los artículos que alimentan nuestra sección Dialógica– han abordado el tema educativo en diferentes pensadores de la tradición filosófica. En esta ocasión presentamos dos trabajos centrados en la ética de Aristóteles. En el primero, Ramos-Umaña sostiene que la reformación del carácter en un hombre tiene lugar ante todo por la intervención de un agente externo que lo conduzca por derroteros nuevos (como un niño es llevado por sus padres a la realización de acciones buenas); para ello, ha tenido que mostrar primero –sobre la base de una cuidada selección de pasajes aristotélicos– que los hombres difícilmente reforman su carácter valiéndose de sí mismos (de ahí la necesidad de una ayuda externa para lograrlo). En el segundo, Sabido Sánchez propone una participación mucho más activa del hombre en la reformación de su carácter, a partir de una lectura más abierta pero, sobre todo, «plástica» de los escritos éticos de Aristóteles. Emplea, como hilo conductor, un detenido análisis de la teoría aristotélica de las acciones voluntarias, que tienen como principal agente al hombre mismo (incluso en el caso en que éste se ve «forzado» a actuar de una determinada manera). Hacia el final, aporta algunas consideraciones sobre la importancia del placer en la ética aristotélica para suscitar en el hombre el gusto por la virtud, sobre todo en sus etapas tempranas; tal es el caso, por ejemplo, de la música, el teatro, el juego pero, sobre todo, de la amistad.
La sección Estudios presenta trabajos de temática muy variada, con estilos muy diversos. De la mano de Xavier Zubiri, Sierra-Lechuga busca responder la incesante pregunta «¿Qué es filosofía?» Semejante pregunta presupone una búsqueda, pero implica también un hallazgo, un descubrimiento, o tal vez sea mejor decir, el encuentro de la filosofía consigo misma. Álvarez Villalobos, por su parte, da cuenta de las consecuencias antropológicas de la «mutua donación» del varón y la mujer en la relación esponsal, uno de los conceptos clave de la filosofía personalista de Karol Wojtyła. Para ello, expone en primer lugar los presupuestos de dicha donación y considera, en segundo lugar, sus intrínsecas exigencias. Esparza Urzúa, en cambio, estudia los fundamentos biológicos de uno de los conceptos más reputados de Ernst Cassirer: el del hombre como «animal simbólico». Según el autor, este concepto no puede entenderse adecuadamente únicamente a través de categorías lógicas, sino que debe abordarse a su vez desde exploraciones biológicas sobre la forma y la corporeidad del hombre. Por otro lado, Lambert Ortiz se pregunta si en el pensamiento de Edith Stein hay alguna propuesta antropológica que permita hacer frente a la concepción actual sobre la muerte, que tiende más bien a preterirla o incluso negarla, sobre la base de los logros conseguidos en el campo de la medicina y la salud humana en general. Esta propuesta la encuentra en el concepto steniano de «fuerza» (Kraft) como preludio a una existencia puramente espiritual del hombre. Xolocotzi Yáñez, a través de una detenida reconstrucción histórica, enfatiza el papel que tuvieron las investigaciones realizadas por Husserl en los últimos años del s. XIX en el debate filosófico sobre la «representación» (Vorstellung) y que alcanzó un cierto punto culminante en la psicología de Franz Brentano. Finalmente, Casas Martínez, encabezando un equipo de investigadores de diferentes disciplinas, aborda las implicaciones jurídicas, médicas, políticas y antropológicas que plantea la técnica CRISPR-Cas en el mundo de la edición genética. Estas implicaciones cobran particular relieve y un sentido de urgencia en el marco del transhumanismo, esto es, en la corriente de pensamiento que pretende valerse de los éxitos biotecnológicos para modificar la naturaleza humana.
La gustada sección Hápax Legómena trae en esta ocasión dos opúsculos de Tomás de Aquino sobre el tema de la «suerte»: el primero, más extenso y elaborado, se titula Liber de sortibus; el segundo, más escueto pero no por ello menos interesante, se llama De iudiciis astrorum. En ambas obras, una pregunta que asoma como una inquietud constante es la licitud de acudir al recurso de «echar las suertes» para dirimir ciertos asuntos humanos. Medina Delgadillo y Castro Manzano introducen, anotan y traducen ambos opúsculos, ofreciéndonos una versión bilingüe respaldada por un atractivo trabajo crítico.
La revista se cierra con dos aportaciones en la sección Reseñas. En una apretada síntesis, Calabrese nos aproxima a la disertación doctoral de Gustavo Esparza publicada ahora en forma de libro: La construcción simbólica de sí mismo. Función, símbolo y cultura en Ernst Cassirer (2017, Saarbrüken: Editorial Académica Española). Por su parte, Carranza Navarrete nos introduce al libro de Virginia Aspe sobre la poetisa más importante del barroco mexicano: Approaches to the Theory of Freedom in Sor Juana Inés de la Cruz (2018, Querétaro: Aliosventos Ediciones / Universidad Panamericana /Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo).