Reseña de Blas Pascal. Filosofía y religión, tragedia y esperanza de Mauricio Beuchot. Ciudad de México: Ediciones Paulinas. 2016. 126 pp.
José Miguel Ángeles de León
Reseña de Blas Pascal. Filosofía y religión, tragedia y esperanza de Mauricio Beuchot. Ciudad de México: Ediciones Paulinas. 2016. 126 pp.
Revista de Filosofía Open Insight, vol. X, núm. 19, 2019
Centro de Investigación Social Avanzada
José Miguel Ángeles de León jose.angeles@cisav.org
Centro de Investigación Social Avanzada, México
Blas Pascal ¿pensador analógico?
Siguiendo las lecturas sobre la historia de la filosofía a partir de la hermenéutica analógica, Mauricio Beuchot nos presenta Blas Pascal. Filosofía y religión, tragedia y esperanza. En esta obra el filósofo dominico nos expone la propuesta del pensador francés como una respuesta analógica a los diversos univocismos epistémicos que se suscitaban a mediados del siglo XVII (el cartesianismo), pero también a los equivocismos que dieron lugar al proyecto cartesiano (el neopirronismo francés, representado por Michel de Montaigne): “En este trabajo pretendo asociar a Pascal con la idea de analogía. Él fue muy analógico en el sentido de que buscó siempre, con espíritu de fineza, el equilibrio proporcional, como en un nuevo pitagorismo. No sólo en su obra científica, sino en la filosófica, sobre todo apologética y ética” (5).
Mauricio Beuchot comienza Blas Pascal. Filosofía y religión, tragedia y esperanza con una presentación del panorama general del filósofo jansenista, para lograr ubicar el contexto y el alcance de su peculiarísimo pensamiento. Para ello, Beuchot desarrolla una sucinta pero completa exposición de las principales ideas filosóficas de Pascal, sostenidas en una ontología (o metafísica) muy particular en la que, a su parecer, es latente el talante analógico del autor de Les Pensées.
Al igual que para Descartes, para Pascal la geometría es el modelo de conocimiento por antonomasia, puesto que su claridad (usando terminología cartesiana) es evidente, y aunque ella (la claridad) sea imposible de ser alcanzada en todo y para todo (unívocamente, diríamos en el lenguaje de Beuchot), siguiendo a Pascal es preciso procurarla a toda costa, por la certeza y la simplicidad que ella implica. Sin embargo, aquello que no sea materia de geometría, es decir lo «no claro», según el filósofo jansenista, está supeditado a la retórica, al arte de la persuasión. De tal distinción de métodos surgen los dos tipos de razones pascalianas: las de la razón y las del corazón, a las que corresponden dos espíritus: el de geometría y el de fineza (14). Pascal le pide a la razón que todo término sea utilizado adecuadamente, así como que cada proposición utilizada se justifique, y tal es la razón de ser de las demostraciones geométricas que se valen de principios y/o axiomas. Sin embargo, esto muestra que la razón y su método tienen un límite, pues sus investigaciones llegan a términos indefinibles y a principios indemostrables. Según el pensador francés, tales términos indefinibles y principios indemostrables son entendidos y aceptados por el corazón, mas no por la razón misma.
Y no significa esto que Pascal tuviera un aspecto irracionalista, era simplemente la aceptación de los límites de la razón, y con el «corazón» se refería a la intuición, que es bien sabido que es la que acepta esos principios que no son susceptibles de demostración (so pena de círculo vicioso). Era el culmen de la razón misma (15).
De esto, Pascal concluye —y esto es lo central de su ontología (o metafísica)— que hay razones y razones del corazón. Las primeras son las propias del espíritu de geometría; las segundas del espíritu de fineza.
Es en esta distinción donde Beuchot halla el talante analógico de Pascal, pues el autor de Les Pensées busca evitar los «extremos del puro espíritu geométrico» (univocismo), así como los extremos «del sólo espíritu sutil» (equivocismo):
La sutileza del corazón corre el peligro, muy grande, de la equivocidad, es decir, de una ambigüedad desmesurada que lleve a un relativista extremo y, en definitiva, al escepticismo. Está Pascal luchando contra el ideal matemático de Bacon, Descartes, Hobbes y Spinoza, pero también evitando el escepticismo de Montaigne y otros. Colocado entre Descartes y Montaigne, Pascal trata de sortear tanto el racionalismo como el escepticismo.
Ahora son el cientificismo y el relativismo. Por eso busca la mediación de dos espíritus, el equilibrio entre lo geométrico y la sutiliza. A veces lo llama el espíritu de justeza. Es el ánimo de la phrónesis, de la prudencia, que es lo que verdaderamente opera en la retórica (39).
En «Apologética y retórica en Pascal», segundo capítulo de la obra, Mauricio Beuchot se detiene a analizar la lucha de Pascal contra el cientificismo, así como su intento por hacer articular o concordar la razón y la fe. Una de las diferencias entre Descartes y Pascal, señala Beuchot, es que el segundo, a diferencia del primero que pretendió deducir la física desde los principios de la metafísica, procedió al revés, inductivamente. “Si Descartes buscó lo apodíctico, Pascal prefirió lo verosímil” (44). Pascal, dice Beuchot, se opone a aquellos que exageran los alcances de la razón y de la ciencia, y “acepta la contingencia, el azar y la oscuridad de la existencia humana” (44). Esto es central para la antropología pascaliana, que encuentra un hombre que tiene razón y corazón. En el hombre, debido a que los máximos principios son inalcanzables por la mera razón, el corazón es lo central. Lo cual no niega el papel de la razón, ni de la ciencia, pero sí muestra que la vía más propia para abordar los problemas de los hombres es la retórica.
Beuchot sostiene que en cuestiones apologéticas, Pascal sortea el racionalismo apologético (univocismo) y el fideísmo pirrónico de Montaigne (equivocismo) al “adjudicarle valor y fuerza a la razón, pero también límites muy precisos” (50), reconociendo también la gran necesidad humana de la fe. Tal matiz analógico a la razón y a la fe, dice Beuchot, no es ni pura analogia entis, ni pura analogia fidei, sino cierta analogia amoris. A diferencia del estoicismo cartesiano presentado en el Tratado de las pasiones, según Beuchot “Pascal se queda en una especie de epicureísmo cristiano, como el de Quevedo, que consiste en buscar la dominación de la pasión mediante el placer que da la vida intelectual y la amistad dentro de ella” (50). La analogia amoris de Pascal sería entonces una suerte de conexión entre el corazón y la razón, hecha por el amor. Tanto el corazón y la razón en Pascal, según el parecer de Beuchot, necesitan del amor, y el ejercicio de la retórica es lo que conduce al punto medio entre la razón calculadora y el corazón apasionado. Así también, la analogia amoris de Pascal sería una racionalidad analógica, tal como el ordo amoris de san Agustín o la antropología filosófica de Max Scheler:
[…] y al ser orden, es analogía, ya que el orden es analogía aplicada, proporción puesta en las cosas. Y, así, el amor tiene su orden, su debida proporción, su analogía (de esta manera no se confunde ni se entiende equívocamente el «Ama y haz lo que quieras» de Agustín). Con ello encontramos un sujeto carente y descentrado, pero a pesar de sus deficiencias, sobre todo de su insuficiencia en el amor, alcanza a hacer el bien, tiene la capacidad o posibilidad del bien (55).
En «La apuesta de Pascal. Una dialéctica analógica» (tercer capítulo del libro), el autor analiza el argumento de la apuesta a favor de la existencia de Dios. Tal argumento es analógico y dialéctico y muestra que la analogía debe ser utilizada para rescatar el devenir, el conflicto, la contradicción, con los opuestos que se unen. La magia de la analogía, dice Beuchot, está en hacer convivir y co-existir a los extremos (67). Tal es, pues, el carácter dialéctico de la analogía, y por ende, de la hermenéutica analógica, que es la propuesta filosófica propia del filósofo mexicano: “La analogía es equivocidad con límites, esto es, limita a la misma equivocidad, impide que nos inunde y nos ahogue, pero también pone límites a la univocidad, impide que nos abrace y nos ahorque” (69).
En el capítulo cuarto, titulado «La tragedia en Pascal», Mauricio Beuchot aborda la importancia de comprender que Blaise Pascal, tal como los barrocos, recibió el problema de la predestinación como un gran problema filosófico, lo cual se reforzó como militante del monasterio de Port-Royal. Lo que señala Beuchot al respecto es que la religión es una salida a la tragedia y al absurdo, que más que una superación dialéctica es una solución, esto en diálogo con Kierkegaard y su antropología paradójica (86).
El capítulo quinto «Pascal y el espíritu de analogía» es una exposición bien lograda del espíritu analógico de Pascal, así como una exploración de su concepto de hombre. Según Beuchot, lo segundo se refleja en lo primero; dice: “su talante analógico (de Pascal) se ve en la armonía entre dos espíritus, que son el de geometría y el de finura. Y su utilización de la analogía se detecta en la proporción que da a cada uno, de modo que logra un equilibrio proporcional. Es algo que no se puede soslayar” (87). El filósofo dominico, siguiendo a Albert Béguin, sostiene que “la distinción entre espíritu geométrico y espíritu de finura los encontró Pascal en sí mismo, por una reflexión sobre su modo de pensar, pues estaba bien dotado de los dos elementos” (91). Y tal idea, dice Beuchot, también se puede rastrear a través de la pascaliana “geometría del azar” (aleae geometria), la cual dio lugar al cálculo de probabilidades. Así, se presenta a Pascal como un pensador cuyo espíritu filosófico se sostiene en la contemplación de las contradicciones para encontrar sus correspondencias y lograr de esta manera la unidad, lo cual es, siguiendo los lineamientos propios de la hermenéutica analógica, una actitud propia de un espíritu manifiestamente analógico.
Blas Pascal. Filosofía y religión, tragedia y esperanza se cierra con un análisis sobre la ética y las virtudes en el pensador francés («Ética y virtudes en Pascal»). En opinión de Mauricio Beuchot, la filosofía del autor de Las provinciales se centra en una ética de virtudes en la que la phrónesis se identifica con el espíritu de fineza, y dice:
(Pascal) no busca la exactitud de lo unívoco, pero tampoco la dispersión de lo equívoco; es la analogía de lo sutil, de la finura o la dispersión de lo equívoco; es la analogía de lo sutil, de la finura o de la sutiliza, que es también la virtud del buen hermeneuta. Esta en la línea de lo que decía Gadamer, que la hermenéutica tiene el esquema de la phrónesis, de la prudencia, y que su virtud es la sutileza, la cual se corresponde con el espíritu de fineza de Pascal (107).
Según Mauricio Beuchot, Pascal no tuvo el propósito de ser un moralista, sino más bien el de ser un apologeta de la religión, y para ello recuperó la phrónesis aristotélica, a su parecer, de manera similar a la de Baltazar Gracián, a través de la noción de ingenio o de esprit, que viene de la tradición de Séneca. Desde la phrónesis, la virtud de virtudes, es que Pascal construyó su dialéctica, entendida como la relación de contrarios, para postular una ética que entiende al microcosmos ordenado al infinito (110).
Blas Pascal. Filosofía y religión, tragedia y esperanza es un texto orientador para la interpretación del pensador francés siguiendo las líneas de la hermenéutica analógica, pues en él Beuchot manifiesta aquello que en esencia distinguiría a la filosofía propia de Pascal de los racionalismos univocistas y de los emotivismos, vitalismos y existencialismos equivocistas: la analogía. Por lo mismo, este texto al recuperar tal noción como clave interpretativa, nos invita a explorar nuevos horizontes filosóficos, en este caso, dentro de la ética y de la filosofía de la religión. Así como ciertas pistas hermenéuticas para lograr leer con mayor profundidad las distintas filosofías que emergían en los albores de modernidad.
Quizás Blas Pascal. Filosofía y religión, tragedia y esperanza queda a deber (si es lícito aceptar que los textos pueden dejar deudas) una conceptualización más específica sobre la relación entre Pascal y la que podríamos llamar «la tradición analógica de la filosofía», evidentemente no reducida al tomismo. Quizás también nos adeuda una oposición más explícita a aquellas lecturas sobre la filosofía de Pascal que la reducen a cierto «emotivismo filosófico fideísta», antípoda del cartesianismo, que devino después en el existencialismo, entendido como una consecuencia del desencanto de la razón de los racionalistas.
Referencias
Beuchot, M. (2016). Blas Pascal. Filosofía y religión, tragedia y esperanza. Ciudad de México: Ediciones Paulinas. 126 pp.