Experiencia, saber y acción ética

Fidencio Aguilar Víquez, Ramón Díaz Olguín

Experiencia, saber y acción ética

Revista de Filosofía Open Insight, vol. XII, núm. 24, 2021

Centro de Investigación Social Avanzada

Fidencio Aguilar Víquez

Centro de Investigación Social Avanzada, México


Ramón Díaz Olguín

Centro de Investigación Social Avanzada, México


Experiencia, saber y acción ética

El momento histórico por el que estamos pasando, tanto en el globo como en las diversas regiones, exige mirar con atención la diversidad de circunstancias, a fin de saber y lo que esto significa para la existencia humana y la convivencia entre los pueblos. La experiencia que hemos tenido de la fragilidad humana, sobre todo a partir de la pandemia del COVID-19, nos debe llevar a reformular diversas acciones para el futuro. Las pérdidas humanas han sido cuantiosas y el manejo político no siempre ha sido afortunado ni solidario con las víctimas y sus familias. A lo anterior hay que agregar las secuelas de una crisis económica devastadora que ensombrece toda esperanza posible. No es fácil llegar a la otra orilla del horizonte, pero estamos obligados a cruzarlo.

Es necesario y se precisa de la ayuda y del esclarecimiento de las diversas disciplinas científicas, tanto las exactas y de orden biomédico, como las humanas y sociales.Ante los problemas de la pandemia y de sus secuelas, no se requieren meras opiniones o puntos de vista, sino saberes especializados. Las decisiones políticas y de interés público requieren de la claridad y de la luz de los saberes científicos, más que de las opiniones que brotan de sensaciones y sentimientos (o resentimientos). La opinión pública también precisa de esos saberes para detener la avalancha de información falsa y/o imprecisa. De ese modo, puede alentar una actitud de esperanza y no de mero impulso como el miedo, la fuga o la violencia.

Es verdad que, una vez plantadas las soluciones de los saberes científicos, las decisiones que se tomen sobre ellos —o con ellos— entran en el ámbito de la acción, y por tanto de lo político y de lo ético. Aquí es en donde la aportación de las ciencias humanas y sociales es imprescindible, sobre todo para generar una conciencia de la solidaridad humana y de la fraternidad. Esta actitud ha sido sin duda, no solo lo que históricamente generó el paso de la barbarie a estadios de civilización, sino que permanentemente es el ideal al que aspira cualquier humanismo que se precie de serlo. El gran reto de nuestro tiempo es que esa solidaridad humana se promueva para garantizar la inclusión de los más vulnerables de las sociedades: los pobres, los enfermos, los encarcelados, los migrantes y todos los excluidos de diversos modos. Sólo así estaremos hablando de humanismo y de personalismo: aquél que está a la altura de la dignidad humana y lo que ésta comporta.

De este modo, la trilogía «experiencia», «saber» y «acción ética» se puede volver una adecuada ruta crítica para enfrentar eficazmente la pandemia, sus secuelas y los problemas adyacentes que, antes de la crisis sanitaria, ya venían ocurriendo. Entre esos problemas se advierten la violencia ideológica (en sus vertientes religiosas o políticas), el tráfico de personas, armas y drogas, así como el deterioro ecológico. En adición a lo anterior, un problema que en cierto sentido es reciente, aunque se viene dando desde hace algunos años, es el descrédito de la democracia. Lo que fue un gran ideal durante la Guerra fría (las luchas por la libertad), y luego de la caída del Muro de Berlín (las luchas por la democracia), no parece despertar el interés y la adhesión de las jóvenes generaciones.

Las generaciones adultas también parecen haber olvidado el esfuerzo que antaño significó la lucha por regímenes democráticos (pagado incluso con la vida en algunos casos). El desencanto es tal, tanto en jóvenes como en adultos, que hoy se prefieren líderes no democráticos que ejerzan el poder. La razón es explicable: aun con democracias, la exclusión, la desigualdad y la inequidad prevalecían. Y la corrupción y opacidad hacían más desiguales a las sociedades. Sin embargo, esos liderazgos, como se ha visto en algunos países del globo y de la región, no hicieron sino alentar la polarización, el encono y la discordia.Todo lo contrario de la razón, de la civilización, del humanismo y del respeto de la dignidad humana.

Nos encontramos en un difícil panorama. Pero aun en medio de esta circunstancia, la esperanza prevalece. La muerte, el dolor, la violencia, la exclusión, sobre todo de los más débiles y vulnerables, no pueden ni deben tener la última palabra. No se trata de un deseo voluntarista. Se trata de una aspiración razonable, precisamente supone abandonar los enconos de la polarización, literalmente, entrar en razón. El camino de incertidumbre nos impide tener idea de lo que nos espera en el corto, mediano y largo plazos. No basta con tener un optimismo que escapa a todo realismo. La esperanza auténtica, si bien no ve el futuro, incluso puede ver negro el panorama, y aun así dar pasos precisos: pequeños pasos traducidos en gestos sencillos.

Usar cubre bocas, seguir los protocolos sanitarios, cuidar a los de mayores riesgos y a los vulnerables, son gestos y, al mismo tiempo, pasos modestos pero importantes tanto para acotar al virus como para la reconstrucción de la vida post-pandemia. Como dijera el poeta Charles Péguy, la esperanza se da cuando, a pesar del frío, un leñador sale a trabajar pensando en sus pequeños hijos, y en cómo estarán divirtiéndose mientras él mantiene su esfuerzo arduo en sus manos y en su hacha. Si nosotros damos esos pequeños pasos, a través de los gestos mencionados arriba, estaremos también encarnando esa esperanza que levanta lo caído y lo reconstruye.

Open Insight abre en esta ocasión con una entrevista al filósofo italiano Vittorio Possenti, una de las figuras más representativas del pensamiento católico de este país. Después de una rápida mirada a su trayectoria vital e intelectual y de una ponderación crítica de la filosofía contemporánea a la luz de la metafísica del ser de la tradición cristiana, Possenti presenta las líneas maestras de su personalismo filosófico, fundado sobre la filosofía de Tomás de Aquino, pero que integra también algunas de las aportaciones más significativas de la metafísica de Jacques Maritain. Sobre este personalismo, Possenti fundamenta después sus respuestas a los candentes problemas contemporáneos jurídicos, éticos, bio-políticos que conciernen al hombre.

En la sección Estudios se presentan cuatro contribuciones muy interesantes, tres de México y una de Inglaterra. En primer lugar, Allison Milbank revela con agudos análisis la concepción política que subyace a las obras de Chesterton y Tolkien, como una importante propuesta a la teoría y la práctica de la vida política actuales. En su opinión, ésta tiene raigambre teológica y se basa, por un lado, en una concepción de la creación como arte y como don que debe ser acogido, más que usado, y, por el otro, en una convivencia humana centrada en la amistad, dinamizada por los dones recíprocos y por el compromiso. En segundo lugar, en su estudio sobre la concepción de jurisprudencia de Leibniz, que remite a su vez a la teoría de éste sobre la justicia universal, Roberto Casales presenta algunas de sus sólidas bases antropológicas: por un lado, que los hombres se mueven a la acción moral en última instancia por la complacencia en la felicidad de sus semejantes (caracterizada como bien y perfección del otro) y, por el otro, que los hombres se mueven en relación a los demás por un amor de benevolencia, más que de concupiscencia (definido, por ello mismo, como «sabiduría»). Por su parte, Ethel Junco y Claudio Calabrese presentan, en su complejidad, la teoría del signo de Agustín de Hipona —de donde proviene su famosa teoría del «maestro interior»— tal como aparece en las obras más tempranas del escritor africano, como De dialectica y De magistro, como respuesta al escepticismo antiguo que postulaba la imposibilidad de conocer y, por tanto, el impedimento para enseñar, por la dificultad para vincular la palabra (a través de la cual se enseña) con la realidad. Finalmente, Héctor Sevilla ofrece una apretada síntesis de la concepción antropológica —de fuerte impronta teológica— del pensador judío de origen polaco Abraham Joshua Heschel. Después de esbozar una imagen del hombre hasta cierto punto pesimista, donde éste es delineado como una criatura finita, insuficiente, contradictoria, enigmática, Heschel llega al planteamiento quizá más atrevido de su concepción filosófica: Dios necesita del hombre; no tanto en el sentido hegeliano de una mediación humana para llegar a ser «Dios», sino para que su intercesión se haga concreta y efectiva en el mundo a través de éste.

En la sección Reseñas, Alan Carlson hace una breve introducción a la obra colectiva A Stand for the Home: Reflections on the Natural Family and Domestic Life, editada por Rafael Hurtado y Fernando Galindo, donde se reflexiona en la importancia de la familia como «lugar» al que puede volverse continuamente para estar a salvo de todas las amenazas de lo humano, en contraposición a la concepción liberal-capitalista que ha prevalecido en el último siglo que ha dejado sentir sus efectos sobre la conformación de la familia, su papel en la configuración humana de las personas y las relaciones económicas dentro de ella, cada vez más conflictivas. Por su parte, Cristopher Mendoza hace una minuciosa aproximación al libro de Darin McNabb Hombre, signo y cosmos, sobre la filosofía de Charles Peirce, que pretende ser una de las exposiciones más exhaustivas del pensamiento del filósofo norteamericano —padre del pragmatismo y de la semiótica moderna— por encima de la imagen habitual que lo presenta como un pensador fragmentario y lleno de contradicciones.

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Revista de Filosofía Open Insight
ISSN: 2007-2406
Vol. XII
Num. 24
Año. 2021

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