Editorial
Fidencio Aguilar Víquez, Ramón Díaz Olguín
Editorial
Revista de Filosofía Open Insight, vol. 13, núm. 28, 2022
Centro de Investigación Social Avanzada
Fidencio Aguilar Víquez
Centro de Investigación Social Avanzada, México
Ramón Díaz Olguín
Centro de Investigación Social Avanzada, México
Publicado: 01/04/2022
Conflicto armado en Ucrania: El rostro de la inhumanidad, la violencia y la impunidad
Es cierto que la historia en buena medida ha registrado las luchas por y desde el poder. Es la historia del origen, desarrollo y caída de los imperios. También es la búsqueda de la razón no sólo por descubrir las verdades del ser humano sino por traducir su dignidad en una convivencia pacífica y en el ejercicio de los derechos humanos. Vivimos tiempos en que, aunque haya una mayor conciencia de la dignidad humana, y por tanto de una conciencia moral más sensible para mirar la necesaria construcción de un estado de derecho en todo el mundo, sigue habiendo escenarios de escarnio y humillación del rostro humano, especialmente los más vulnerables, los pobres, las mujeres y los niños que son asesinados o desplazados de sus hogares. El conflicto en Ucrania, como los otros conflictos de envergadura global, están marcando nuestro tiempo precisamente porque parece denotar los juegos del ajedrez geopolítico de las potencias. En tal escenario, la lucha por el poder ha tomado la primacía sobre la búsqueda de la razón por construir el estado de derecho y por establecer la dignidad humana y la construcción del bien común como principios de la convivencia entre los seres humanos.
Después de la Segunda Guerra Mundial, con la Declaración Universal de los Derechos Humanos y el establecimiento de la dignidad humana como eje fundamental de toda convivencia pacífica y democrática, parecía que la guerra había llegado a su fin y que las nuevas sociedades iban a apostarse por la crítica de la conciencia moral hacia el poder. Parecieron quedar atrás los campos de concentración, los gulags y Auschwitz, las bombas atómicas, Hiroshima y Nagasaki. No ha sido así, sin embargo. Hemos tenido prácticamente un siglo de guerras, a veces sin nada de visibilidad. No sólo eso. A las secuelas de violencia de esos conflictos también siguió el derrotero de la impunidad, como hoy parece ser el resultado de la intervención militar de Rusia en las tierras de Ucrania. Las potencias mundiales parecen dejar a que Ucrania, sola y humillada, pacte su derrota con las fuerzas armadas rusas.
Está en duda si se trata de una guerra, dado que no hay una declaración como tal del invasor. Sin embargo, lo que es un hecho son los millones de personas desplazadas de sus tierras y de su vida cotidiana. Para algunos analistas, Vladimir Putin, el presidente ruso, no sólo ha actuado con total impunidad, sino que había advertido —desde la adhesión de Georgia a la Federación Rusa en el 2008, e incluso desde antes— lo que iba a realizar y nadie hizo nada: Ni los Estados Unidos ni la Unión Europea, ni mucho menos China o algún otro país de incidencia rusa. El Kremlin, y no estrictamente Rusia o el pueblo ruso, castiga a los ucranianos por un pecado que el régimen de Putin no perdona: querer ser libres. Incluso el patriarca de Moscú, Kiril I, ha querido justificar el sometimiento de Ucrania como parte de una federación de países cuya unidad debe formarse sin importar fronteras estatales; no sólo de ese país sino de otros, como Bielorrusia y Moldavia. Estos también formarían a la Gran Rusia, el imperio que sustituiría al soviético.
Es probable que las lágrimas y los dolores de los ucranianos no cuenten con la solidaridad de Occidente, o que ésta se concentre sólo en ayudar a los países para recibir a los desplazados y olvide a los que se quedan en su tierra, lo que alentaría al presidente ruso a construir literalmente un imperio para el siglo XXI. Si ya funcionó su plan en 2008, podría funcionarle en 2022.Total, 200 mil soldados rusos bien armados encarnan algo más y es superior a las fuerzas militares de la OTAN y al desinterés de los Estados Unidos. Lo llamativo es que el líder ruso no ha podido ocupar más de un tercio del territorio ucraniano y sus desplantes militares han recibido con sorpresa una resistencia de Ucrania con la que parecía no contar.
Los retos no sólo para Occidente, sino para todo el globo, es la vía de la conciencia crítica y moral del poder. Como se ha dicho, la historia también es el horizonte de los caminos de las diversas formas de humanización que nos ha permitido el deseo de y el intento de establecer y consolidar el estado de derecho, el reclamo y ejercicio de los derechos humanos y la formación de una sensibilidad que esté a la altura de los tiempos. Necesitamos mirar la guerra y los conflictos bélicos como una humillación de la dignidad humana. La filosofía tiene esta larga formación de buscar y encontrar razones no sólo para comprender el mundo, sino para rescatar el sentido del destino de los seres humanos. Desde tal perspectiva, su aportación siempre será útil y necesaria. También es preciso buscar creativamente las alternativas para protegernos del impacto social, político y económico de este conflicto. Sin olvidar los necesarios gastos en el rubro social y económico, se pueden implementar otras medidas que busquen generar recursos para sostener los sectores más vulnerables de los países del mundo y para alentar a otros sectores a fomentar el empleo y el desarrollo. Ninguna tarea es fácil ni el resultado del pronunciamiento de fórmulas mágicas. En esto, como en la filosofía y en las disciplinas de cuño humanístico, hay que ir con cuidado y con rigor, aunque con el apremio del mundo acelerado que nos ha tocado vivir. Un primer paso es no hacer el juego a los discursos de polarización o aquellos que promueven más las pasiones que las razones o la crítica razonable. Escudriñar todo sigue siendo tarea de todo humanismo que se precie de ser tal.
Este número de Open Insight se abre con dos artículos en la sección Estudios. Tomando como punto de referencia los primeros diálogos platónicos, Evangelos Rousakis analiza el papel de ciertas referencias literarias que comparecen en ellos para descubrir su importancia —o, llegado el caso, inoperancia— como argumentos racionales acerca de los asuntos sobre los que se discute en ellos: la piedad, la justicia, la templanza, la belleza. Por su parte, Antonio Pardo retoma una de la tesis centrales de la metafísica de Tomás de Aquino —a saber, que la existencia no es un concepto y, por lo mismo, no es expresable por el lenguaje— y la replantea a la luz de algunos pensadores más recientes, como Gottlob Frege, Ludwig Wittgenstein, Peter van Inwagen, con miras a resaltar el planteamiento racional y coherente del Aquinate.
En la sección Hápax Legómena, Gabriel González y Mónica Meza se introducen al mundo de la temprana escolástica medieval francesa para rescatar la concepción educativa de uno de los pensadores más importantes de la llamada Escuela de Chartres: Guillermo de Conches. No sólo la presentan a la luz del complejo de la obra filosófica y teológica del autor, sino también del universo intelectual y espiritual que caracterizó a los distintos pensadores del siglo XII. En complemento, ofrecen el breve ensayo de Guillermo de Conches titulado De doctrina o «Acerca de la enseñanza» en versión bilingüe (latino-español) a partir de un concienzudo trabajo paleográfico sobre los manuscritos originales.
La sección Reseñas cierra la revista con la presentación de dos libros: Sobre el análisis(2019), de Axel Barceló, a cargo de Luis Canela, y La monarquía del miedo, de Martha Nussbaum, a manos de Ramón Díaz. La primera revisa el concepto tradicional de «análisis» como descomposición de algo en sus partes o aspectos elementales para conducirlo a un planteamiento nuevo en el campo de la lógica: esto es, pensar un concepto o una proposición a partir de sus relaciones constitutivas entre sus distintos elementos dentro del mismo espacio lógico. La segunda lanza una mirada filosófica a la crisis política actual desde la óptica de ciertas emociones humanas que la suscitan —el miedo, la ira, el asco, la envidia— con el objeto de presentar una propuesta política alternativa sobre la base de una emoción positiva: la esperanza.