Que no enferme nuestro espíritu

Fidencio Aguilar Víquez, Ramón Díaz Olguín

Que no enferme nuestro espíritu

Revista de Filosofía Open Insight, vol. 13, núm. 29, 2022

Centro de Investigación Social Avanzada

Fidencio Aguilar Víquez

Centro de Investigación Social Avanzada, México


Ramón Díaz Olguín

Centro de Investigación Social Avanzada, México


El espíritu humano puede enfermar cuando no se interesa por, se olvida de, o lucha contra la verdad y la justicia.1 Dado que lo propio de este espíritu es mirar, alcanzar y realizar el amor desde el reconocimiento del ser, cuando ya no emprende ese camino se pierde y corre el riesgo de enfermar.2 Lo verdadero y lo bueno, entonces, dejan de ser su brújula y su alimento. Cuando esto ocurre, los criterios con que juzga el valor de las cosas, su importancia y su orden, se vuelven falsos.3 San Agustín ha testificado cómo ocurre esto cuando la verdad es expulsada de la interioridad humana.4 Esta enfermedad, para ser curada, requiere de una auténtica conversión, es decir, un cambio de mentalidad que implica toda la persona.

Para el espíritu enfermo la verdad no es algo serio. Pero, al no tener este vínculo fundamental, rige su vida con criterios de cálculo y prepotencia; en el fondo, con astucia. La existencia, para él y sus cercanos, se vuelve una cárcel. El espíritu se encierra en sí mismo y las cosas conforman un ambiente de opresión y se tornan ajenas y hostiles. El sentido último de las cosas y de la existencia desaparece y el ser se marchita y deja de florecer.

La situación se agrava cuando el espíritu enfermo es de una persona que tiene poder. Deja de haber un proyecto para todos. Entonces aparece una actitud que mira a las personas como algo descartable y, en el mejor de los casos, como piezas estratégicas: tendrán valor si representan algo para un propósito político. De lo contrario, el descarte. Pero a nivel social aparece el conflicto y el miedo. Los conflictos no se resuelven de fondo y la política cae en el terreno del puro discurso. Caldo propicio para las fake news y los «otros datos» de cada quien.

Lejos de surgir una actitud de diálogo y consenso para la solución de problemas, quien tiene el poder público —y enfermo el espíritu— cree que sólo él tiene la legitimidad para decidir qué se hace y qué se omite. La política como instrumento para construir el bien común y la justicia es sustituida por aquella del discurso cotidiano que inventa sus molinos de viento para arremeter contra los enemigos del pueblo, ora este, ora aquel. En la práctica, prevalecen las reglas del poder, aquellas a las que alude Maquiavelo a través de las imágenes del león y del zorro: fuerza y astucia como reglas elementales del hacer del príncipe. Se trata de valerse de las leyes y de la fuerza.5

Desde luego, con una actitud así, más la enfermedad del espíritu, la política también deja de ser una actividad de ayuda y de auxilio a los más necesitados, y se vuelve una forma de controlarlos y manipularlos. No desaparecen los negocios más jugosos ni los acuerdos tras bambalinas; ni siquiera los aliados más insólitos se ocultan —pueden ser las fuerzas castrenses o las fuerzas armadas informales— con tal de mantener esa apariencia de bondad. La bondad y la justicia son desplazadas por la renta electoral. No hay peor regla del descarte.

La pandemia —y sus diversos brotes— mostró nuestra vulnerabilidad y quiso darnos la lección de una mayor solidaridad humana. Más de seis millones de seres humanos perdieron la vida. Pero nos resistimos a aprender; muchos se quedaron en las fake news y en las teorías de la conspiración. Las vacunas en vez de convencerlos de los esfuerzos de los científicos de la medicina por detener el virus mortal, representaron para todos ellos la prueba de los intereses de los grandes consorcios mundiales y de una mano invisible sostenida por los poderosos. Nuevamente una visión del descarte, incluso considerando el riesgo de la propia vida: no vacunarse por momentos llegó a convencer a muchos de que era la mejor forma de resistencia a las mafias farmacéuticas que buscaban engañar al mundo. Habría que preguntarse si en estos casos también representan la enfermedad del espíritu en el momento histórico presente.

Advertir que el espíritu humano puede enfermar es un criterio ético y antropológico que nos permitirá reconocer la realidad del tiempo histórico presente y de nuestra responsabilidad en el mundo y en nuestras comunidades específicas, como pueden ser la familia, la escuela y el trabajo.También nos permitirá valorar los discursos de las personas que tienen algún tipo de poder, en especial los líderes políticos. Sobre todo, puede ayudarnos a nosotros mismos a entender que la pandemia también nos mostró que hay enfermedades, más allá de las físicas y psíquicas, que ponen en riesgo la salud de nuestro espíritu y de la convivencia humana. Las ciencias del espíritu tendrán que ayudarnos a esclarecer esto.

En este número de Open Insight recuperamos, tras una pausa más o menos larga, la sección Dialógica, donde presentamos los trabajos de discusión pública que tienen lugar en el Centro de Investigación Social Avanzada entre distintos pensadores. En esta ocasión, un diálogo entre Héctor Zagal y Rodrigo Guerra sobre el pensamiento ético-político de Aristóteles, que tuvo lugar poco antes de la llegada de la pandemia a nuestra patria. El punto de partida fue el conocido tópico de si la virtud puede enseñarse y si en esta tarea los políticos cumplen una función o no.

En la sección Estudios traemos cuatro interesantes contribuciones académicas. De Argentina, Pablo Rodríguez nos aproxima a una de las obras centrales del pensamiento de Sören Kierkegaard: El concepto de la angustia. A través de un detallado análisis del capítulo cuarto, muestra cómo la angustia del hombre ante el bien pone en evidencia la existencia en él de un impulso hacia la libertad, que no lo mantiene atado al pecado. De Chile, María Elton muestra que una de las dificultades entre varones y mujeres para alcanzar la igualdad laboral y social se debe a la falta de co-responsabilidad en las tareas de la casa, cuando hay matrimonio. En buena parte, esto se debe a una interpretación individualista de unos y otros que tiende a pasar por encima de sus esenciales diferencias, lo cual acentúa las injusticias entre ambos. De Colombia, Carlos Gómez y Gabriel Castellanos se adentran al pensamiento de Tomás de Aquino para descubrir la incidencia de la virtud de la studiositas y el vicio de la curiositas en el conocimiento humano. Su objetivo, sin embargo, es poner en evidencia cómo en el mundo académico actual está presente el vicio de la curiositas en varias formas y por qué los planteamientos del doctor medieval sobre la virtud de la studiositas siguen siendo vigentes para superarlos. De México, Gustavo Esparza, Óscar Dávalos y Fernando Brambila emplean los conceptos de imagen y representación, tomados de la Filosofía de las formas simbólicas de Ernst Cassirer, para analizar el funcionamiento del tomógrafo axial computarizado en el campo de la medicina, cuyo objetivo no es reproducir la realidad del cuerpo humano, sino representar funcionalmente sólo segmentos de éste, de acuerdo con un modelo de interpretación.

En la sección Hápax Legómena, publicamos por primera vez en español un antiguo ensayo de Dietrich von Hildebrand que lleva por título «La belleza a la luz de la redención». En él, su autor se pregunta si la belleza mantiene alguna relevancia en la vida humana una vez que el hombre empieza su camino de transformación en Cristo o si ésta pasa ahora a ocupar un lugar secundario porque no es indispensable para su salvación eterna. El ensayo es traducido por Ramón Díaz quien, además, hace una sumaria presentación de los principales argumentos que se exponen en él en un estudio introductorio, valiéndose de la restante producción estética del autor que, por las fechas de su publicación, era prácticamente desconocida.

En la sección Reseñas, Gabriel González nos aproxima al pensamiento de Maurice Nédoncelle de la mano del filósofo y teólogo español Pedro Benítez. Se detiene, ante todo, en las bases metafísicas de su antropología filosófica y en su peculiar filosofía de la historia, donde se examinan su sentido, su progreso, su devenir y su relación con la eternidad.

Fidencio Aguilar Víquez

Ramón Díaz Olguín

Centro de Investigación Social Avanzada Santiago de Querétaro

Septiembre de 2022

Notas

1 R. Guardini, El poder, Guadarrama, Madrid, 1963, p. 77.

2 R. Guardini, Mundo y persona, Encuentro, Madrid 2000, p. 108.

3 R. Guardini, Dominio de Dios y libertad del hombre. Guadarrama, Madrid, 1963, p. 28.

4 Agustín, Las confesiones, VI, 1, 1. En Obras completas, vol. II, BAC, Madrid, 2002, pp. 229-230.

5 N. Maquiavelo, El príncipe, cap. XVIII. En El príncipe, El arte de la guerra, Discursos sobre la primera década de Tito Livio, Vida de Castruccio Castracani, Discursos sobre la situación de Florencia, Gredos, Madrid, 2011, pp. 58-60.

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Revista de Filosofía Open Insight
ISSN: 2007-2406
Vol. 13
Num. 29
Año. 2022

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