Vincenzo Costa, Fenomenología de la educación y la formación
Rubén Sánchez Muñoz
Vincenzo Costa, Fenomenología de la educación y la formación
Revista de Filosofía Open Insight, vol. 11, núm. 22, 2020
Centro de Investigación Social Avanzada
Rubén Sánchez Muñoz ruben.sanchez.munoz@upaep.mx
Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla, México
En las páginas que siguen, vamos a realizar un comentario crítico al libro de Vincenzo Costa, Fenomenología de la educación y la formación, entre otras razones porque la propuesta general de la obra nos parece sumamente valiosa. Los dos temas sobre los cuales se centra el autor en esta obra, a saber, la formación y la educación, cobran un colorido especial desde el enfoque fenomenológico desde el cual se les aborda. Por esta razón, los tres conceptos que intentamos esclarecer en estas líneas son los que aparecen en el título de la obra. Ésta se conforma por diez capítulos. Pero no vamos a resumir cada uno, sino a atender los temas que hemos indicado ya.
Fenomenología
Primero preguntémonos, ¿qué entiende Vincenzo Costa por fenomenología, es decir, qué tipo de análisis fenomenológico es este con el cual nos encontramos en el libro? La pregunta no es en absoluto ingenua o carente de sentido, porque de la respuesta que encontremos a esta interrogante se desprenden los aspectos generales a partir de los cuales será descrito y comprendido el fenómeno de la educación y el sentido de la formación. Así, dice el autor que no se apoyará en una autoridad externa y que ha elegido como acompañantes del camino a los clásicos de la fenomenología. Como puede verse en las páginas del libro, los dos autores que mayormente sobresalen en él son Husserl y Heidegger. Pero no los ha elegido como autoridades a las cuales se recurre apelando a la verdad de lo que hayan dicho sin formular la posibilidad del error, sino más bien Costa recurre a ellos porque, como dice, “pueden arrojar luz sobre los fenómenos y ayudarnos a hacerlos más comprensibles” (9). De este modo, reconoce la deuda que tiene entonces con estos autores, al decir que “solo transitando por aquello que otros han pensado hemos podido definir este itinerario de fenomenología de la educación y la formación” (10).
Dos aspectos sobresalen de la descripción fenomenológica que presenta Vincenzo Costa aquí: 1) que la descripción es abierta, porque está sujeta a constantes correcciones que se dan en el seno de la comunidad científica; 2) que concibe la pedagogía fenomenológica a la misma altura de como Husserl concebía la tarea de la fenomenología, a saber, como tarea infinita, la cual se enriquece con cada nueva investigación. El objetivo que persigue es el de “contribuir a la clarificación de la experiencia educativa” (13).
De lo que se trata en este libro, entonces, es de la descripcion del fenómeno de la educación. Pero, ¿en qué sentido la fenomenología abona al esclarecimiento del fenómeno educativo?
La fenomenología constituye simplemente el intento de explicitar el sentido del ser de un fenómeno, lo que caracteriza ese específico tipo de experiencia, aquellas características en cuya ausencia no tendría sentido hablar de educación. Al recurrir a la fenomenología, la pedagogía afirma ‹‹la necesidad de una vuelta al carácter originario de la vida, al margen de toda superestructura y esquematización preconcebida››, y asume el método de análisis de los estratos de la experiencia y la clarificación de las características y articulaciones de nuestra experiencia (75).
Con esto ya podemos decir que la fenomenología pretende esclarecer el sentido de la educación partiendo de la experiencia o vivencia que tenemos de esta actividad. “La experiencia, de hecho, no es un caos que cada cual puede interpretar como le parece. Al contrario, posee estructuras peculiares, formas de articulación, una racionalidad interna que el análisis fenomenológico trata de hacer emerger” (12). En consecuencia, el autor busca describir estas «estructuras peculiares» que constituyen el fenómeno educativo y los procesos de formación de la persona.
Formación
Veamos en el horizonte de la fenomenología cómo entiende Vincenzo Costa la formación. Y lo que tenemos es el esfuerzo de clarificación de este concepto mostrando su relación con el mundo de la vida, preguntándose cuál es el sentido de la educación desde el mundo circundante en que vivimos, que es el mundo vivido, del que tenemos experiencia. Por ello, Costa intenta “individuar un concepto claro de formación” y lo hace entendiéndolo como “apertura a lo posible” (28). Pero, ¿qué significa abrir a lo posible?
El propio autor lo dice de esta manera: “abrir a lo posible significa capacitar para habitar aquel horizonte de significados que nos está destinado” (28). Por ello, considera que la formación no debe estar destinada a transmitir conocimientos o contenidos, debe más bien “capacitar al sujeto para re-formarse o de-construirse, sin tregua, es decir, para cuidar de sí mismo en el ámbito de la movilidad de la existencia” (31). Ese horizonte de significados bien puede entenderse en términos del mundo, y pensar así al sujeto de la educación como ser en el mundo al modo de Heidegger, o bien puede entenderse el horizonte de significados en términos de la cultura (64 y ss.) en que se habita y a la posibilidad de entrar en diálogo con la tradición (66). Ambos sentidos no están separados, están más bien sobrepuestos o entrelazados. Así, de lo que se trata es de entrar en diálogo con la tradición:
[…] a dialogar con la tradición, para la que la formación representa el itinerario mediante el cual todo recién llegado se inserta en la vivencia de un proceso de trasmisión histórica que es un proceso de auto-humanización y, en consecuencia, de toma de conciencia del propio formar parte de una humanidad que quiere configurarse a sí misma y el propio mundo circundante del modo más humano, formando ‹‹un mundo humanamente bello y bueno›› (66).
Pero, como bien señala el autor, el conocimiento de esta tradición y, en consecuencia, la apertura del sujeto al mundo de posibilidades que se abren ante él, no se llega solo. Esto es, nadie se educa a sí mismo en sentido estricto, sino que se trata de un proceso en el que está en juego, digámoslo así, la intersubjetividad a la que remite el mundo de la vida en que se vive. Esto resulta relevante porque muestra en el plano de la historicidad la relación que tenemos con el pasado y cómo cada nuevo miembro de la comunidad —o de la sociedad— participa en un proceso de transmisión histórica, de reapropiación de la tradición. La educación, en este sentido, “es resultado, por una parte, de una historia y, por otra, del intento de releer esa historia a partir del presente viviente y de aquel horizonte de expectativas que lo constituyen” (54 s.). En otro sentido que se complementa con este,Vincenzo Costa habla de una pedagogía social y subraya que esta debe estar al servicio del “cuidado de las relaciones” (212 s.).
Cabe decir que el autor dedica el capítulo cinco al tema de las emociones “como condición del cuidado de sí y del aprendizaje”. A su juicio, “las emociones consienten la aparición de posibilidades y, con ellas, de nuestro poder ser: constituyen la motilidad misma de la vida” (133).
Educación
A esta reapropiación de la tradición no se llega solo, sino que se es conducido por otro.Y en ello deja caer Vincenzo Costa el sentido de la educación:
Pero en ese horizonte de posibilidades no se cae por inercia, sino que se es conducido: este es el sentido de la educación. La educación es un proceso mediante el cual un ser humano abre a otro ser humano a las propias posibilidades, despliega ante él el horizonte de lo posible y le abre a la comprensión del mundo y de sí mismo, de modo que sea él quien pueda ejercitar la propia libertad. En este sentido, toda profesión educativa es una profesión centrada en cuidar, por cuanto busca la apertura o reapertura del sujeto a sus posibilidades (76).
Más adelante vuelve a señalar que “la educación como experiencia de ‹‹mostrar›› lo posible; por tanto, no se trata de alterar al sujeto, sino de conducirlo ante sus propias posibilidades” (78). Esta apertura de la persona es, en realidad, una apertura al futuro y, por tanto a lo indetermindado e incierto. La persona está en juego en razón del horizonte de posibilidades que se le abren al futuro y queda sujeto a las decisiones que toma.
En consecuencia, la educación como apertura a sí mismo significa la apertura de la persona al propio poder ser, al futuro, porque en la medida en que el niño se abre al futuro se deja interpelar por él y le solicita la determinación del uso que de sea hacer ese tiempo que él es; cuando sucede esto se convierte en sujeto de voluntad, pues incluso los instintos y las reacciones instintivas pasan a ser significados en los que está en juego uno mismo. El niño se convierte en un sujeto capaz de promesa, es decir, en una persona (89).
Dice el autor que desde la perspectiva de una ontología de la educación —de una ontología que se relaciona y empalma con la antropología, por cierto— “el hombre aparece sobre todo como una idea” (74). ¿Cuál idea? Esta tesis la retoma Costa de Husserl al entender al hombre como una “tarea infinita de la propia experiencia” (74). Esta tarea infinita exige cuidado y vigilancia de sí que en el fondo es el cuidado mismo de la humanidad, “el cuidado que la humanidad tiene de sí” (68) y ese es uno de los sentidos de la educación.
La vida verdaderamente humana, la vida vivida como educación de sí que no tiene nunca final es, por así decirlo, una vida de ‹‹método››, del método para una humanidad ideal. Por más que se eleve el grado de perfección relativo a la vida ética, esta es siempre una vida vivida en la autodisciplina o el cultivo de sí, en la autorregulación guiada por una constante vigilancia sobre sí (92).
Como puede verse ene estas líneas, la educación y la formación de las que viene hablando Costa en este libro devienen en autoeducación y autoformación. Vida autodisciplinada, con método, en vigilancia y cuidado de sí; pero, además, una vida que se autorregula a sí misma, con lo cual no se persigue otra cosa más que lograr que la vida devenga en una vida verdaderamente humana.Y para ello es necesaria la “formación de la voluntad” (181). El sujeto humano, por ello, es causa sui —aunque el propio autor no emplee este término. Lo que sí aclara es el sentido del sujeto en términos de educación y cuidado de la existencia o cuidado de sí mismo: “Ser sujeto significa, por tanto, vivir la vida cuidando de sí y teniendo cuidado de la comprensión que se tiene de sí mismo, actuarseen la vida, comprender el acontecer, o sea, insertar un acontecimiento de la vida dentro del proceso temporal que es nuestra vida” (176). Luego vamos a ver de qué modo se debe cuidar esta comprensión que se tiene de sí.
Pedagogía
En todo caso, lo que podemos ver a lo largo de este libro es el despliegue de la tesis inicial según la cual educar es abrir al sujeto al horizonte de sus posibilidades. En este horizonte de lo posible resulta que tanto el “cuidado de la vida” como la “formación” son un “proceso de transformación de sí” (206), porque, como muestra Vincenzo Costa, “solo existe educación, formación y relación de cuidado si se ofrecen horizontes de sentido, y se atiende a la transformación de los ya dados” (187). Ante esto, uno podría preguntarse ¿qué tipo de pedagogía es esta que propone Costa?Y el mismo autor responde diciendo que “la pedagogía fenomenológica es una pedagogía realista”, porque “educar no consiste en equipar al niño con estructuras categoriales, sino permitirle advertir referencias estructurales entre las cosas” (104).
Pero, ante todo esto que se viene diciendo, cabe preguntar: ¿qué significa formar? “Formar significa dar forma a la vida, que la existencia asuma una dirección (sentido) y se recupere de la dispersión. La narración es el trabajo mediante el que tomamos conciencia de la forma en que la vida se despliega” (180) y por ello, también, la formación es un proceso que consiste “en cuidar interpretativamente de aquello que nos acontece” (177). Una parte del cuidado tiene que ver, como se anticipa en estas líneas, con la interpretación que se hace de uno mismo, con el modo como narramos e interpretamos lo que nos ocurre y esta es la razón por la cual la formación resulta “necesaria en un ser que está llamado a comprender su ser” (203). El ser humano, en tanto que sujeto (y objeto) de la educación,
[…] en cuanto existe, está él mismo en juego, es decir, en un ser que hace experiencia del mundo, de los otros y del tiempo como ámbitos de sentido (de la dirección) de la propia vida; en suma, en un ser cuyo vivir consiste en cuidar de la propia vida. Por ello hemos dicho antes que la formación y la educación han de ser entendidas en el orden del sentido (203).
A juicio de Costa, “La educación fracasa o hay necesidad de ella cuando el sentido (la dirección) de la vida no coincide con el deseo que identifica nuestro ser” (203). ¿Qué sentido tiene lo que nos pasa, lo que nos va pasando o inclusive lo que nos pasó? ¿Qué sentido le atribuimos a esos acontecimientos y cómo eso se inserta en nuestra vida? ¿Cómo narramos nuestra propia vida? La vida tiene en este texto el sentido de la narración y de la biografía y lo que advierte el autor es que una parte importante de la educación radica en cuidar el modo como narramos nuestra vida, en cuidar el sentido que damos a las cosas que nos pasan. En consecuencia, “la formación ‹‹es el curso de mi vida, mi biografía personal considerada desde el punto de vista de aquello que he hecho de mi vida y, correlativamente, de aquello que mi vida ha hecho de mí››” (175). En este orden del discurso, la educación viene a coincidir con el relato de la vida:
De modo que ‹‹la educación no es otra cosa que el relato de la vida, con el que acrecentamos nuestras experiencias; es la vida la que estimula a comprender con más profundidad, a secuenciar los acontecimientos y, sobre todo, a otorgar un sentido a aquello que nos sucede, permitiéndonos afrontar las dificultades, encontrar motivaciones, superar traumas›› (179).
Pues bien, cabe decir queVincenzo Costa relaciona esta apertura de la existencia, la cual como hemos visto es posibilitada por la educación y la formación de la persona, con un movimiento también de la existencia (213) y, en conseciencia, se trata del sentido genético de la persona según el cual la ésta se constituye temporalmente a partir de una historicidad que le es inherente a su vida.Y esta es la razón por la cual se habla en el libro de “una pedagogía del ser histórico” (152). Ahora bien, ¿qué supone o hacia a dónde apunta esye movimiento de la existencia? “Este movimiento mediante el cual un ser humano entra en un horizonte de sentido constituye ese dinamismo originario de la existencia que llamamos educación” (106).
Ponderación
La obra que comentamos de Vincenzo Costa resulta ser de un alto valor para reflexionar sobre los problemas que supone la educación y la formación de la persona y, en especial, el aporte de la fenomenología para describir las experiencias o vivencias con las que nos encontramos o enfrentamos en dicha tarea.Y sus reflexiones, como hemos apuntado, resultan ser sumamente valiosas.
Primero, porque nos invitan a pensar en los supuestos, o más bien, en las condiciones antropológicas que hacen posible la educación, esto es, la condición de apertura al futuro (89), a lo posible, como dice Costa, porque “la existencia toma forma anticipando el futuro” (164). Segundo, porque en esta apertura se pone en juego la propia vida en su relación con el bien, la verdad y la belleza (126) o los valores con los cuales el sujeto de la educación entra en contacto en su mundo de la vida o cultura (64s.).Tercero, porque nos recuerda y enfatiza constantemente que el sentido pleno de la educación es el de autoeducación y el de la formación como autoformación (91, 173). Siendo de este modo, muestra lo relevante que es para cada sujeto humano que tome su vida en sus manos a fin de «formar» o darse la forma que a su juicio resulte más conveniente. A mi juicio, echo de menos una mayor profundización sobre la antropología y la ética, pero ello no significa que no existan elementos que apunten en estas direcciones en la obra. Sino que uno mismo, como lector, debe anticipar esos horizontes y ver sus conexiones de sentido.
Para finalizar, no nos queda más que recomendar ampliamente la lectura de esta obra, la cual, como hemos dicho, es de un alto valor para comprender el fenómeno de la educación y la formación de la persona.
Referencias
Costa, V. (2018). Fenomenología de la educación y la formación, traducción de Juan Manuel Cabiedas Tejero. Salamanca: Sígueme.